"Identificaciones e identidades"

Estimados oyentes y lectores, replicamos hoy una nota que publicamos el año pasado, en función de las preguntas que surgieron el programa anterior, dado el interés que suscitan estos temas, lo cual no agota la problemática, si no que por el contrario, abre a nuevos interrogantes.

Continuamos investigando y los esperamos para conversar.

Para continuar con nuestra conversación acerca de las identificaciones y  las identidades, me pareció esclarecedor el trabajo que se está planteando en la Asociación Mundial de Psicoanálisis con colegas de todo el mundo. (como el párrafo que figura más adelante en la nota de hoy)

En una clase en relación al tema de “Nuevas sexualidades, nuevas segregaciones”, Seminario del cual formo parte, tomando casos clínicos con médicos, abogados y psicoanalistas, constatamos la delicadeza que implica en nuestra práctica situar cada caso en singular, más allá de las convenciones del para todos lo mismo, es decir, nuestra ética nos exige escuchar la singularidad que se borra en el colectivo.

Hay una pregunta que queda sin respuesta frente a las nuevas legalizaciones y que nos compete a los analistas, pero que pareciera que se desconoce, por no saber las consecuencias o no medir los efectos que tales decisiones pueden provocar. Para ello, antes, una aclaración acerca de por qué es tan importante tomar dimensión de lo que estamos planteando:

“Pensar que sabemos quienes somos y que los miembros de nuestro grupo de pertenencia son iguales o muy parecidos nos da tranquilidad. Sin embargo, este “sentimiento de identidad” nos trae muchos problemas y más que responder a ninguna esencia y, menos aún, a ninguna realidad, es la consecuencia de nuestras identificaciones más imaginarias.

La identificación es un proceso fundante del psiquismo: la primera identificación en que el niño, aún balbuceante, dice “yo” es necesaria para su estructuración mental. Pero es tan necesaria y fundamental como ilusoria, porque cuando cualquiera dice “yo” solo se está identificando con algunos aspectos de sí mismo, normalmente con los que más le gustan, que más responden a sus ideales. Y, a la par, deja fuera, desconoce aquellos aspectos de sí mismo que no le gustan y que con facilidad proyecta sobre los otros. Así mantenemos la ilusión primera de que “yo” o “nosotros” somos estupendos.

 Entonces, el “nosotros”, que incluye a los que considero que son como yo, crea directamente el “ellos” y los separa del grupo. Es como un muro. Los mecanismos actuantes son el Ideal y la segregación: el primero borra toda diferencia entre los que se incluyen en un mismo grupo; la segunda borra cualquier parecido o igualdad con los que no forman parte de él hasta volverlos radicalmente diferentes e intolerables.

 Se necesita un esfuerzo civilizatorio tenaz para que las relaciones con los otros no queden reducidas a este “yo/tú”, “nosotros/ellos” fundante. Nada asegura que sea posible ir más allá. Ni nada asegura, cuando lo hacemos, que no podamos volver a esa lógica en cualquier momento. El esfuerzo ético en el plano individual y colectivo ha de ser constante”. (Margarita Alvarez)

 Retomo la pregunta para abrir la conversación: un ejemplo son los casos de elecciones sexuales diversas, con o sin intervención quirúrgica, de donde no hay vuelta atrás en algunos casos, o de cambios de nombres,   lo cual conmociona lo simbólico, sobre todo antes de la segunda identificación en la pubertad, cuando esto no siempre ha resultado satisfactorio, y ha producido luego crisis graves en sujetos que han pedido dichas trasformaciones: ¿Quién se hace responsable?

 El tema es muy complejo y conlleva muchas aristas, por lo que hay que tomarlo con absoluta cautela, lo que no deja de ser un desafío en la clínica actual.

 Continuaremos.

Violeta Paolini, Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.