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ESPECIAL PARA DIARIOANDINO

"De Rusia con amor"

Ale The Rose reflexiona sobre el submundo del fútbol, la nostalgia, los mundiales y la actualidad argentina.
06/07/2018
"De Rusia con amor"

Recuerdo que cuando era chico el futbol era parte de mi vida.

Hasta jugaba para el club del barrio y cuando no era ahí, todos los días algunas calles de los alrededores nos servían como distintas sedes para los partidos. Canchas improvisadas con latas formando arcos, cordones que eran tribunas y solo tres motivos podían interrumpir o dar por finalizado el encuentro: algún auto que pedía pasar, la pelota aterrizando sobre los rosales en el jardín de la siempre mal arriada vecina o el pitazo final que alguna madre daba al grito de “a tomar la leche…!!!”.

Y con el correr y trotar de los años, conforme los protagonistas de las canchas mutaron a millonarios tatuados que hoy en día dicen sufrir tanto o más de lo creíble, mucho menos me fue interesando este deporte que amé por tanto tiempo. Menos todavía a sabiendas que sus millones fueron cobijados gracias a estar pateando, atajando o corriendo detrás de una pelota cada vez más y más manchada.

Pero esta profunda desilusión acunada con los años no quita que cada 4 de ellos, los Mundiales de Fútbol, me vuelva a entusiasmar, algo así como un masoquismo romántico por el cual me dejo seducir y caigo (una y otra vez) en la redes de su embrujo.

Y ok, tengo que admitirlo, el fútbol fue mi primer amor y a ese amor… siempre se vuelve.

Y ahí estuve, heladas y nieve mediante, frente a la tele, viendo una histérica primera ronda como jamás vi. Equipos pasando esa etapa a puro coraje y otros grandes favoritos ni siquiera eso. Aparte de Argentina, equipos de Europa cayendo en octavos y así, la loca historia de insospechables derrotas de favoritos, y de impensables triunfos de históricos perdedores, continúa.

Y calculando goles en contra y a favor, las tarjetas del fair play y ese ojo que todo lo ve, como el de Gran Hermano, ahora llamado VAR 2018, nuevo cyber paladín de la justicia, digo, todo eso en una primera ronda totalmente psicótica para que propios y extraños, calculadora en mano, especularan los pasos a dar en el último partido de la fase de grupos. Que si hago uno o dos goles; que si tengo tantas tarjetas amarillas; y que si empato ¿me alcanza?; y los Reyes ¿son los padres?; que si vengo o si voy; ¿llego a fin de mes? En fin, todo esto mientras hinchas japoneses limpian las tribunas; los mismos argentinos de siempre dando nuestra nota lastimosa de cada mundial en aeropuertos, aviones, restaurantes, calles, hoteles o donde sea y el dólar cerca de los 29 pesos pero eso, claro, eso ahora no importa.

Mientras tanto, lejos de la mundialista Rusia, en este frío sector del mundo, una mancha que va de los azules a violetas, desde hace unas semanas va avanzando cual tumor desbocado por el mapa meteorológico de un país en plena metástasis económica, para llegar, ahí abajo, hasta uno de los órganos más perjudicados: esa columna vertebral que es la Cordillera Andino Patagónica. Y ya sabemos: invernal “ola de frío polar”. Y el frío llega de lejos. Desde tan lejos como el cada vez más caro gas. Claro, el que tiene la bendición de tenerlo que lo pague en cuotas y el que no, a calentarse como pueda…si puede. Y parece que este frío va a quedarse. Ahora todos tiemblan, hay gente que muere, y algunos hasta simulan robos para que se los lleven a alguna comisaría calentita...por lo menos hasta que pase el temblor.

Y hablando de frescas noticias polares, una de las cosas más evidentes que pasan en este “ispa” es una tremenda y psicológica Guerra Fría. Por un lado, las chicas del tiempo de los noticieros (hablando de tanto frío con tan poca ropa) compartiendo protagonismo con payasescos periodistas deportivos y con las cada vez más heladas y vertiginosas cifras del desempleo. Y son cifras alarmantes y lo demás… lo demás es puro soplar en el viento polar donde no flota ninguna respuesta sino demasiadas preguntas. A todo esto, ante este panorama gris oscuro, Cristina sonríe una sonrisa congelada que, a diferencia de la de La Gioconda, todos sabemos exactamente lo que significa, lo que quiere decir con sus muecas, mientras su temperatura baja hasta los abismos más profundos en los termómetros políticos.

Pero bueno, afuera, en algún lugar, el frío de algún agujero la espera paciente para abrazarla.

Para esta semana que viene, los que saben dicen y pronostican nuevas heladas y nevadas: olas de frío ruso, capaz. Pero vaya uno a saber si será para tanto. Lo que sí cabe esperar son nuevos y helados recortes económicos en modo “respondamos al FMI como se pueda”; vistosos y rimbombantes tijereteos al bloque de hielo de presupuestos y partidas varias por todos lados, mientras que la bola de nieve del endeudamiento gira y gira y crece y se agranda barranca abajo. A todo esto Dujovne y compañía rompen récords de cuántas obviedades y lugares comunes pueden llegar a decirse en una conferencia de prensa. Tal vez, ahora que ni siquiera la selección está para tal motivo, todo pase por distraer a la gente con la eficaz furia de palabras vacías.

Hace poco leyendo una revista de ciencia llamada Nature me enteré que matemáticos, físicos o químicos tienen una breve gloria y una muy larga decadencia de genio sin encontrar resultados en la ciencia exacta que dominan y en la inexacta ciencia que son sus vidas. Ahí me enteré de que los grandes calculistas suelen tener una duración útil de unos diez años. Y que, ya en su tercera década de edad, suelen matar el tiempo proponiendo variaciones alrededor de lo ya teorizado y practicado o, si no hay suerte, se hunden en profundas depresiones donde sus enunciados ya no tienen ninguna precisión o lógica o éxito.

Y eso me hizo pensar, más o menos y con fecha de vencimiento pactada, en lo que les pasa a los dioses de fútbol de hoy y a los arrugados políticos de siempre y por qué no también a los corazones rotos. 

Pensando en todo esto y saliendo de la oficina escucho “¡cerrá bien la puerta boludo, no vez que se mete todo el frío!” me ladra una cada vez más acalorada y mercurial recepcionista de la planta baja. Y yo, mientras salgo silbando bajito “en la ciudad de la furia”. Tengo tantas ganas de apagar la luz y cerrar la puerta del lado de afuera y tirar la llave. Y viajar lejos, bien lejos hasta llegar a algún lugar tibio y amable.

Pero el mundo es un pañuelo, y sobran tantos mocos…

En la barra de una cervecería, me entero que a partir de hoy, y desde Rusia con amor, se juegan los cuartos de final.

Vamos arriba la celeste…

 

Ale The Rose

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