El déficit estructural y su implicancia en la economía argentina
Hace unos días recibí un mail con referencias muy interesantes vinculadas a la “suspensión” de la baja de retenciones para subproductos de la soja y la eliminación de los Fondo Federal Solidario (Decreto 206/2009) mediante el que se giraban fondos a las provincias y a municipio con el fin de invertir en mejoras de infraestructura (sanitaria, educativa, hospitalaria y de vivienda). Los planteos del mail me llevaron a revistar algunos argumentos del Decreto 756/2018[1] e intentar darle una vuelta de tuerca al tema.
Si bien sigo pensando que la inversión en infraestructura es fundamental para el desarrollo sostenible existen cuestiones que trascienden este ámbito. En lo del Fondo Sojero entran en tensión varios temas que nos deberían hacer “ruido”. Para tratar de abordar otros aspectos de esta medida y las que seguramente van a aparecer, me resulta útil una comparación propia que deseo compartir:
“La presión tributaria pasa a ser la punta del iceberg, la que golpea al Titanic y rasga el casco. Sucede que no solo chocamos con un bloque de hielo a la deriva que se puede ver claramente desde la superficie, la fuerza del golpe viene impulsada con la lenta pero inexorable marcha de una gigantesca masa de hielo que no está a la vista…”
Pero… ¿Cuál podría ser la parte que no visibilizamos por debajo de la superficie?
El Déficit Fiscal probablemente sea parte de esa gran masa de hielo oculta y desconocida para muchos. Este Déficit básicamente surge a partir de gastar más de lo que se recauda (recursos impositivos). No cabe duda que muchos de nosotros somos “deficitarios” a fin de mes o incluso antes pero cuando esto le sucede al estado y durante mucho tiempo se empieza a hablar de Déficit estructural, algo así como una enfermedad crónica.
Intentando explicar de manera sencilla este tema es posible decir que el Déficit Fiscal es parte de una compleja balanza de platillos (igual a la que se representa en la imagen de la justicia) que el estado debe equilibrar usando ante todo: Ingresos Tributarios (Impuestos, Tasas y Contribuciones) pero también: Deuda (interna o externa), Emisión monetaria, Ganancias de empresas públicas, Venta de activos y Expropiación de flujos de fondos. Podría pasarme horas escribiendo lo que ha sucedido en nuestro país cada vez que se usó, de manera desmedida, alguna de estas “pesas” sin tener en cuenta las otras. En el otro lado de la balanza podemos encontrar los Gastos (Corrientes y de Capital) entre los que es posible enunciar los de origen operativos, es decir aquellos que debe hacer el estado para su funcionamiento como: Servicios Públicos, Administración, Retribuciones (sueldos, jubilaciones, pensiones), intereses de deuda pública e incluso “subsidios” pero también están los que los que se incurren en la inversión real directa del sector público para el incremento del capital de producción, como la construcción.
Al principio de esta nota mencionaba que la inversión en infraestructura es una herramienta, algo que está respaldado por un modelo teórico llamado Keynesiano (para los que deseen identificarlo). El problema surge cuando:
“…en el ideario político predomina la concepción de que el gasto público es algo bueno para la economía independientemente de que haya o no déficit fiscal. Las cuentas fiscales ya no son vistas de modo similar a las cuentas financieras de una familia, donde un déficit estructural puede terminar en el remate de la propiedad para saldar las deudas.”.
Desde este particular concepto el Economista Ricardo Cachanosky en uno de sus escritos sobre el tema[2] intenta mostrar, a las claras, la diferencia entre lo que significa administrar la cosa pública (lo que es de todos) a la justificación teórica de que la política pueda usar el gasto público como herramienta que gana votos (sic).
Más allá de lo expuesto el verdadero problema de esta hipotética balanza de platillos radica en la imaginativa combinación del uso de todos estos contrapesos que, como muchos hemos aprendido a lo largo de varias crisis, nos ha llevado a situaciones realmente complejas que no son mérito exclusivo de un determinado espectro político o incluso del estado (léase la estatización de la deuda privada de 1982) pero que, si se fijan bien, siempre impactan de lleno en la cara de la gente común.
Todo maestro panadero tiene su propia receta para hacer pan pero cuando: no combina correctamente algunos ingredientes, los cambia o incluso no conoce como cocina el horno el resultado puede ser algo imposible de digerir. La combinación de emisión de deuda y la emisión monetaria puede causar un efecto similar al de la levadura pero aplicado a las tasas. El problema de esta receta sea agrava cuando la economía no genera suficientes recursos para cubrir el déficit y para corregir esta receta el estado usa otros ingredientes: bajar del gasto público y/o aumentar los impuestos. Nuevamente la falta de efectividad en el uso de estos ingredientes puede llevar a que el déficit fiscal/estructural se mantenga produciendo además ese característico sabor agrio del pan…la inflación[3]. Personalmente creo que los actuales dueños de la panadería no son argentinos pero deciden como debe trabajar el maestro panadero.
Saludos.
[1] https://www.boletinoficial.gob.ar/#!DetalleNorma/189860/20180815
[2] http://www.ncachanosky.com/uploads/7/4/7/8/7478847/cap%C3%ADtulo_02_-_deficit_fiscal.pdf
[3] Adaptación libre y descarada del Documento de Sargent y Wallace 1981 https://www.minneapolisfed.org/research/qr/qr531.pdf