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“Psicoanálisis con niños en el contexto del individualismo de masa de la época”

En esta entrega,  la psicóloga Violeta Paolini comparte un artículo de Erik Laurent, quien explica los cambios sociales que se dan a raíz de ver al niño “como objeto de goce y producido como objeto”. Su columna hoy a las 12:00 por FM Andina.
18/09/2019
“Psicoanálisis con niños en el contexto del individualismo de masa de la época”

En la clínica que se nos presenta no podemos dejar de tener en cuenta cuestiones que la época nos trae, incidiendo así sobre los niños.

Así lo analiza Erik Laurent, comparto un extracto de una entrevista realizada en Buenos aires en el 2012, aún vigente, que comentaremos en la Radio.

 …Creo que, sin duda, uno de los desafíos del siglo es cómo enfrentar con el Psicoanálisis este novel movimiento del control de la infancia y de la crisis del control de la infancia, del cual vamos a examinar las paradojas para ubicar más precisamente el papel del psicoanálisis con los niños.

Primero quisiera subrayar que la experiencia de la infancia en nuestra época es más solitaria que en el siglo XX. Esta infancia está contaminada de manera particular por el individualismo de masa de la época. Es una de las consecuencias de las reconfiguraciones de las familias en las cuales se ven los efectos de las dificultades particulares que tienen los padres para insertarse en el mundo del trabajo tal como es en esta post crisis, dificultad de insertarse en estos contratos que rigen el mundo laboral. Las mujeres madres son solicitadas a un nivel desconocido en la época precedente, con un estatuto al mismo tiempo más precario, pero también con una llamada al trabajo de las mujeres que tiene una importancia como nunca se vio en el mercado del trabajo.

 Esta movilización de los padres hace que los niños sean más solitarios; también lo son porque tienen menos hermanos, las familias numerosas son cada vez más escasas; los abuelos, que viven mucho más que en la época precedente, viven más lejos.

 Las familias recompuestas, al mismo tiempo, resuelven algunos problemas. Es gracias a los divorcios que, finalmente, el nivel de reproducción de un país se mantiene; a más divorcios, más niños después. Pero esas familias recompuestas por sí mismas producen problemas.

 Estos niños más solitarios pasan más tiempo en chats, por Internet, en juegos en red, o solos en frente de la tele, que descuida, fundamentalmente. Todas esas pantallas miran a esta infancia, la cuidan, instalan una dependencia que el niño reencontrará cuando sea más grande en las ofertas del mercado de las drogas adaptadas a la adolescencia.

Esta oferta esconde algo, se esconde que el objeto es el niño mismo, que es objeto de goce. La experiencia del niño como objeto de goce va en contra de la posición del niño como ideal en el deseo de los padres.

 El niño como ideal de los padres lleva a un modo de enloquecimiento propio de las familias con sus ideales, pero el niño como objeto de goce es otra consideración. Y siempre entran en tensión el ideal y el deseo del niño y el niño como goce. ...  Esta dimensión de objeto de goce, producido como objeto, es una experiencia de nuestra época, más clara que antes gracias a lo que permite la biología: ruptura entre filiación y producción del niño. Si hay un campo en el cual lo real está tocado es dentro de la producción del niño.

En el siglo XX se podía hablar de reproducción o fecundación asistida; en el siglo XXI, hablamos de procreación reinventada por la biología, articulada de manera central. Estamos, gracias a los avances de la biología, al inicio de una experimentación en el humano. Con las células madres se podrán producir al mismo tiempo óvulos y espermatozoides con las mismas células, es decir, dos hombres podrán tener hijos con la fecundación de un embrión que puede ser introducido después en el cuerpo de una mujer que se puede alquilar para la gestación, pero producido como tal con el código de ADN de estos hombres.

 Esto no es reproducción asistida, es creación de un nuevo modo de introducir líneas reproductivas.

 Vemos un abanico de múltiples técnicas nuevas, que van desde la estimulación ovárica hasta la gestación para otros, etc.; se ha producido un campo en el cual surge una verdadera industria de producción de niños high tech, que implica un constante control de calidad en todos los niveles.

 Es decir, en este sentido, es una infancia bajo control desde el momento de la procreación. Débora Spar, que es la directora, la decana, de la Barnard School en New York City, en la que Obama eligió dirigirse a las jóvenes mujeres americanas durante su campaña presidencial, en la cual las mujeres desempeñaron un papel muy importante… Débora Spar, antes de ser decana era profesora de Economía en Harvard, en la Harvard Business School, y escribió un libro decisivo que se llama Baby Business, How Money, Science, and Politics Drive the Commerce of Conception (Baby Businness y Cómo el Dinero, la Ciencia y la Política Conducen el Negocio de la Concepción).

Ella, como buena profesora de economía, ha cifrado de manera precisa cómo se puede definir esta industria; la cifra es de 3 billones de dólares. Dentro de este mercado, si se lo considera como un mercado, se puede definir el precio preciso de una gestación: entre 10 mil y 75 mil dólares. El precio de un óvulo es de 3 mil a 100 mil dólares, dependiendo de la calidad del genoma que se pueda descifrar. Ahora que el precio de tener el propio genoma completamente traducido baja cada año más, las estudiantes pagan sus estudios dando óvulos y pueden garantizar el físico con una foto y, como son estudiantes precisamente de Barnard o Harvard, entonces, sus óvulos valen mucho más. La creación de un embrión cuesta de 6 a 20 mil dólares. Los diagnósticos preimplantatorios permiten definir el sexo del niño y ahora el 80% de los mismos, que son voluntarios, son hechos para determinar el sexo del niño.

 En este mercado los hombres no pueden competir: la donación de esperma, 275 miserables dólares. Lo que es seguro es que este control del niño desde su producción, desde la concepción, implica normas de regulación y va a surgir el tema de cómo regular. Los métodos de regulación, dice Spar, se pueden repartir en cuatro tipos de modelos: el primero, considera que el niño es un producto de lujo, en tanto que producto de lujo no hay que regular; el segundo, considera al niño como una droga, como una cocaína, entonces, hay que prohibir y/o regular; o se lo considera como un órgano sustituido que implica sacarlo del mercado, del negocio, para mantenerlo en nivel del don, como hay dones de órganos en general; o se le considera como una prótesis, entonces, se puede subvencionar y regular.

 En Europa se considera al niño como prótesis y es pagado por la seguridad social.

Entonces, el control en Estados Unidos es el mercado. En Francia y España hay una serie de regulaciones múltiples que asombran a los americanos. Pero lo que hay es el surgimiento de un fenómeno nuevo que hace que, por ejemplo, un tercio de las mujeres alemanas ahora no quieran hijos. En este sentido sí se ha vuelto objeto de lujo para algunas.

 Un economista de Singapur resume de una manera brutal cómo es la vida allá, dice simplemente esto: “el costo de un niño supera claramente su utilidad”. En este sentido sí se vuelve objeto de lujo. Es compatible con esos esfuerzos enormes que pasan por la movilización de la procreación médicamente asistida o producida. A medida en que se vuelve un objeto inútil, se vuelve cada vez objeto de pasión. Cuales sean estas distribuciones nuevas en la figura del deseo del niño, se mantiene el imperativo de controlar, de vigilar a la familia y al niño.

Ahora que las familias están descompuestas y recompuestas, lo que hace a una familia es el niño como tal. Todo el derecho de los países europeos está reconfigurándose para definir las obligaciones de los padres; cual sea la manera con la que sean definidos, el problema con los casamientos del mismo sexo, por supuesto, complica un poco el asunto, pero se hace producir nuevas ficciones legales, para estar seguros que el niño pueda contar con los compromisos y obligaciones del padre y la madre frente a él y con el lazo biológico determinado con certeza, eso permite al Estado imponer estas ficciones legales a partir de la certeza científica del lazo.

El niño mismo, que está controlado, se vuelve un órgano de control. Con el niño se vigila a las familias en las escuelas; hubo un proyecto en Francia, por ejemplo, para asegurar la escolarización obligatoria del niño antes de los tres años y así asegurarse el control del niño y de las buenas prácticas parentales, como se dice ahora.

 El mismo niño se vuelve una cámara de vigilancia; no solamente cada día más temprano tiene su celular con la foto, sino que él mismo se vuelve un aparato de control de sus familias en las sociedades democráticas.

 El niño objeto de vigilancia es al mismo tiempo un objeto de pasión. Lo vemos en la escuela, que se vuelve teatro de las pasiones. Al nivel del niño como ideal vemos todo lo que se espera de la educación en nuestros países con una economía deprimida, se espera que los niños inventen los objetos que van a permitir renovar nuestra industria y nuestros países cansados, especialmente en Europa.

 En esa perspectiva hay que ver que se pone sobre los hombros de los niños ideales terribles. Ya pasó por esta experiencia, antes que Europa, Asia. El desarrollo económico de finales del siglo XX en los países asiáticos fue con el peso de toda una juventud introducida al saber. La consecuencia de este enorme esfuerzo en Japón, China y Corea fue el peso de los suicidios de esos niños. En aquellos países es difícil establecer estadísticas étnicas, pero se pueden hacer en lo que funciona como segundo sistema de educación para Japón, China y Corea, que son las universidades americanas; en ellas, si se reparten los suicidios de estudiantes según el origen étnico, los de estudiantes asiáticos son tres veces más. El peso del ideal tiene su precio.

También pudimos ver, justo al final del siglo pasado y al inicio de este, cómo el adolescente fue objeto de pasión. Todo lo que fue escandaloso en las seducciones dentro de la Iglesia Católica, todo lo que apareció en la Tierra entera, el número de víctimas de seducciones por parte de sus enseñantes fue un recordatorio de que no sólo está el niño como ideal, sino como objeto de pasión, y que sigue siéndolo y que las escuelas y universidades son lugares en los que, a pesar de las cámaras de vigilancia y de los contratos que ahora hay que firmar entre doctorantes y profesores para asegurarse que no hay acoso sexual dentro de esta relación, no podremos impedir lo pasional que está en juego. Esto también es un síntoma de la crisis del control....

 

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