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Sexualidad femenina: una cuestión preliminar a todo tratamiento con niños

En esta entrega, la psicóloga Violeta Paolini porqué es vital que “la cuestión de que el niño no sature en la madre su ser de mujer”. Su columna a las 12:00 por FM Andina
03/06/2020
Sexualidad femenina: una cuestión preliminar a todo tratamiento con niños

Retomo el tema nuevamente, en relación a preguntas que surgieron a partir de las consultas en la clínica con niños, sobretodo hoy, momento en que los espacios se superponen.

La clínica con niños y adolescentes, nos sitúa en la trama familiar, sin que por eso dejemos de lado la responsabilidad de cada sujeto a la respuesta que da al encuentro con esa trama.

Una de las mayores consultas en la clínica es en relación a los tiempos que corren en cuanto al espacio que se le da, sobre todo desde la maternidad a la relación con los hijos.

Mujeres que además de ser madres, hecho del que disfrutan, por supuesto y hecho absolutamente necesario para que un niño se desarrolle de la mejor manera posible, también obtienen otros goces, singulares, diferentes, en relación a la posición femenina.

Que una mujer no sature su bienestar únicamente con los hijos, hace que también ellos puedan crecer, no sin cuidados maternos, pero tampoco siendo sólo madres.

De hecho, podríamos decir que una mejor madre, si hay una manera de nombrar algo de esto,  sería una mujer.

La cura en el análisis con un niño no se limita a otorgarle al niño una versión del falo sino que apunta a la obtención de una versión de objeto “a”, es decir que se produzca una separación del objeto para que no sea el cuerpo del niño el objeto de goce materno. (E. Laurent)

Es decir, que el niño no quede capturado, tragado en la relación madre-hijo. De no ser así allí pueden aparecer síntomas como anorexia, bulimia, por ejemplo.

Sin duda esto lleva a interrogarnos entonces acerca de la sexualidad femenina.

La madre en su posición tiene que enfrentarse con las aporías de la sexualidad femenina, y allí un niño puede funcionar como defensa o como tapón en relación a su falta simbólica.

Si para todo hombre una mujer es su síntoma, para una mujer el hombre es un dolor peor que un síntoma, incluso un estrago, dice Lacan. Esta idea parte de la relación madre-hija y es posible pensarla desde Freud en relación al penisneid y a cómo piensa la resolución del el Edipo en la niña, vía la maternidad, ya que para él la cuestión de qué quiere una mujer quedó abierta. Lacan trabaja este término al hablar  de la voracidad de la madre como las fauces del cocodrilo que podrían cerrarse.

Lacan establece que la posición disimétrica entre el hombre y la mujer en tanto padres determina la posición reservada al niño. El hombre debe hacer de la mujer la causa de su deseo para que su versión no se limite a la trasmisión del falo en la metáfora paterna a partir del Nombre del padre sino que dé una versión de lo que es el objeto a, en relación a lo vivo. La mujer si bien se ocupa de otros objetos a que son los niños, no por eso los cristaliza en su fantasma como objetos de goce sino desde una estrecha relación con la falta.

Es preciso que para ella el niño no sature la falta en la que se sostiene su deseo, la madre es suficientemente buena si no lo es demasiado, contesta Lacan a Winnicott, sólo lo es a condición de que los cuidados que prodiga al niño no la disuadan de desear como mujer. Todavía es preciso que la madre no se vea disuadida de encontrar el significante de su deseo en el cuerpo de un hombre, es decir que el deseo de la madre diverja y sea llamado por un hombre, y esto exige que el padre sea también un hombre.

El niño no sólo colma. También divide, si esto no sucede, el niño cae como un resto de la pareja de los genitores o entra con la madre en una relación dual que lo soborna al fantasma materno. Cuanto más la colma el hijo a la madre, más la angustia, madre que no desea o desea poco o mal como mujer. Esta perversión del amor materno puede llegar hasta la fetichización del objeto infantil. Pero el niño tan sólo es el “fetiche normal” a condición de que el niño no lo sea todo para el deseo de la madre.

Es preciso entonces que se preserve el no-todo del deseo femenino, que la metáfora infantil no reprima en la madre su ser de mujer. Tema que abre a  “Lo femenino”, concepto que ampliaremos y retomaremos a la luz de la última enseñanza de Lacan, siendo el goce femenino, el goce como tal, unario, más allá de los géneros.

Violeta Paolini. Psicoanalista. MIembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.

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