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Luis Alberto: Quedándote o Yéndote

"Dentro de este mundo en donde no se encontraron los antídotos contra tantos males, contra tanta hipocresía y tanta irracionalidad, supo nacer un ser como El Flaco, quien tuvo la habilidad de colocar al arte como luz eterna, sanadora, como camino de vida". Escribe Ale the Rose.
10/02/2012
Luis Alberto: Quedándote o Yéndote

A mis 48 años si a algo me tuve que resignar es a que el cuerpo de uno ya no es el de antes.
Pero, después de haberlo vivido con mi abuela, a lo que jamás voy a poder resignarme es a la pérdida galopante de la memoria, a esa especie de desecho en que queda la mente y que termina con la completa desaparición de los recuerdos guardados en la cabeza, con esa casi nula posibilidad de guardar todo lo que viviste.
Quizas sea por eso que uno de los tantos recuerdos recurrentes en mi mente es el de una escena facinante de 2001: Odisea Espacial del gran Stanley Kubrick. Esa cuando el astronauta Dave Bowman decide, destornillador en mano, arrancarle, borrarle y exterminar de la memoria de la computadora HAL 9000, los innumerables recuerdos que tenía metidos dentro en placas de acrílico, ese malo de película que resultó ser una máquina sensible que admite haberse equivocado, pide perdón, tiene miedo y, al fin, se deja ir, cantando una canción de cuna sobre una tal Daisy.
Me acuerdo que tendría al rededor de 8 años cuando mi papá me llevó al cine a verla y me dejó con la boca abierta por mucho tiempo.
Esa película, junto con las infinitas veces que fui escuchando Almendra I, con el correr de los años me fueron transformando (o deformando, según quien lea) en lo que hoy soy como persona. En esa precoz convicción de que las cosas de la vida podían transmitirse, contadas o cantadas, de alguna otra manera.
Mi nota de hoy iba a estar dedicada solo a esa película de Kubrick, pero la vida y la radio me dieron un cachetazo ayer cuando volvía de Bariloche para Villa La Angostura y despues de estar hasta tarde sin dormir, decidí combinar una cosa con la otra, en una sola nota.
Tal vez esos dos mundos, aparentemente sin conexiòn alguna, trazan una misma linea conceptual: lo vivido por el comandante Bowman en el cielo y lo vivido por Spinetta en la tierra. La velocidad de la luz y la velocidad del sonido. La voz en off de HAL 9000 y la del flaco en Plegaria para un niño dormido.
Dentro de este mundo en donde no se encontraron los antídotos contra tantos males, contra tanta hipocresía y tanta irracionalidad, supo nacer un ser como Luis Alberto Spinetta quien tuvo la habilidad de colocar al arte como luz eterna, sanadora, como camino de vida.
El universo es infinito como mi tristeza de hoy, y el suyo fue gigante en lo glorioso de su lírica, de su música y, sobre todas las cosas, en su discurso coherente y en el compromiso ético con el real significado de la palabra arte.
La cosa es más o menos así, mientras el ser humano (esa raza inteligente que en su promedio vive preocupada por cuestiones como si se rearmará el radicalismo, si en Gran Hermano hubo sexo o si Moria Casán se va o no del Bailando) se encarga día a día de ver como se las arregla para deshacer lo que anduvo de perlas desde el principio de los tiempos, decía, mi propuesta es que juntemos sentires, revivir con la música, reecontrarnos con la poesía, con lo humano, es decir, con lo escencialmente trascendente, con la lectura y con el saber, cosas que hoy brillan por su ausencia y son parte de la causa de tanto mal. No pretendo nada raro ni exesivamente loco, no no, todo lo contrario, es algo básico: En Spinetta esto fue una recurrente lección a lo largo de su vida artística.
En 2001: Odisea Espacial el final marca una alegórica imagen de la muerte interna que el hombre sufre para dar un paso a algo nuevo. Su muerte es como que debe dar paso a otro plano en donde se comprenda el significado del universo, la conexión entre dos partes, la evolución en su máxima expresión.
El flaco me dejó triste pero también me dejó tanto….y se fue a encontrar con esa nave de fibra hecha en Haedo, a regar los malvones, ya sin brújula y sin radio, y no importa, porque jamás va a volver a la tierra, ahora tiene otros planes.
Y yo escribo esto, sentado en Bauhaus, en la afueras de Villa La Angostura y me doy cuenta que por las ventanas miro el cielo lleno de estrellas y por alguna ya debe de andar Luis.
Está bueno este lugar para escribir esto, tengo una especie de paz mientras lo hago, esta bueno también para trasladarme a los confines del universo sin la expresa necesidad de moverme de mi banqueta.
Y todo este día y todo esto es tan raro…
Y mi viaje sigue todavía….y ya lo extraño y no puedo evitarlo….tampoco quiero.
Y esto será siempre así, ya no quedándote y sí, yéndote.
Y espero ser afortunado y no olvidarlo nunca….
Y cuando llegue mi momento, ese, imagino, tan corto como eterno, ese de viajar a los confines del infinito mismo, digo, cuando llegue ese momento, morir cantando…
Y no eso que cantaba HAL 9000 anes de apagarse, sino, mejor, eso de…
“se ríe el niño dormido, quizás se sienta gorrión esta vez,
jugueteando inquieto en los jardines de un lugar
que jamás despierto encontrara...”
Ale The Rose

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