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Se cumplieron 17 años de la tragedia del cerro "Ventana"

Adrián Mercado, joven de Villa La Angostura que estudiaba en Bariloche, falleció en la avalancha.
03/09/2019
Se cumplieron 17 años de la tragedia del cerro "Ventana"

Por Susana Alegría (Diario El Cordillerano)

Al cumplirse 17 años de la “Tragedia del Ventana” donde perdieran la vida nueve jóvenes estudiantes de la Universidad del Comahue, se realizó un acto en el Aula Mayor “Juan Marcos Herman” de dicho establecimiento.

Casi dos décadas después, el dolor de familiares, amigos y docentes sigue intacto; se acompañan para hacer un poco más llevadera una pérdida que los marcó de por vida.

Durante el acto se escucharon las palabras del decano y de una docente, y alumnos de la escuela 329 del barrio El Pilar II regalaron dos canciones. Luego en el patio se realizó una entrega floral junto a la placa de cada uno de los jóvenes y finalmente, los alumnos de la primaria practicaron sobre una mini palestra diseñada para tal fin.

El 1º de septiembre de 2002 durante una práctica de la carrera Educación Física con Orientación de Montaña, una avalancha los sorprendió en la ladera del cerro Ventana. Esa mañana la noticia comenzó a conocerse sin mucha información pero sabiendo que algo grave estaba sucediendo. Gente de Gendarmería, de la Escuela Militar de Montaña del Ejército, de la Comisión de Auxilio del Club Andino Bariloche y muchas otras instituciones, además de particulares conocedores de nuestro entorno, acudieron a dar una mano.

Las novedades eran alarmantes, ambulancias que iban y venían, búsquedas sin resultados y muchas lágrimas en las afueras de los centros de salud; se sabía que de allí en adelante, nada volvería a ser igual.

Por la cercanía con el lugar del desastre, se armó un punto de base, la escuela Nº 329 del barrio El Pilar II, allí les brindaron asistencia a los familiares que, desesperados, esperaban noticias sobre lo sucedido y que se diera el milagro de encontrar a los estudiantes bajo la nieve, con vida.

Algunos lograron sobrevivir pero otros, lamentablemente, fallecieron, ellos son Paolo Jesús Machello, Martín Sebastián Lemos, María Gimena López, Roberto Arturo Montero, Gimena Solange Padín, Antonio Humerto Díaz, Oscar Fabricio Vaccari, Mario Sebastián Tapia y Adrián Marcelo Mercado.

Marcelo Alonso, decano del CRUB (Centro Regional Universitario Bariloche) compartió: “después de tantos años sigue siendo algo muy intenso para toda la familia universitaria, una marca que tiene esta institución y que debe ordenar para ser muy responsable y cuidar las prácticas docentes de investigación y extensión”.

Hay algunos alumnos nuevos que no saben muy bien qué pasó y este acto sirve para mantener viva la imagen de los jóvenes que viviendo una de sus grandes pasiones, perdieron la vida.

“Lo que sucedió luego de la tragedia, además de la cuestión legal del juicio, fue que se trabajó intensamente sobre el protocolo de seguridad de salidas de las cátedras, cómo se define una toma de decisiones y eso se vio traducido en prácticas docentes”.

La carrera de Educación Física con Orientación de Montaña, junto a la de Enfermería, son las que más solicitudes de matrícula tienen de jóvenes de diferentes partes del país.

Como el salón de la escuela 329 se tomó como base de operaciones durante la tragedia, desde entonces los lazos entre la Universidad del Comahue y la escuela se han mantenido, incluso el CRUB se convirtió en sus padrinos.

De manera cotidiana los acompañan y aportan elementos que son de gran utilidad, hace muy poco tiempo, les donaron una fotocopiadora.

Es por este lazo de amistad que nació del dolor que también los padres de los chicos y las chicas fallecidos, cada vez que regresan a Bariloche, los visitan. Como no podía ser de otra manera, estuvieron presentes en el acto, entregando un obsequio cargado de amor, una canción creada por ellos y otra de Céline Dion.

Como devolución, en el hall de la universidad montaron una mini palestra para la práctica de escalada, que chicos y chicas aprovecharon y disfrutaron. Minutos más tarde les brindaron una taza de chocolate y algo rico para comer.

Dolor que cambia pero no cesa

Guadalupe es la mamá de Antonio, para no sumar más dolor al que ya siente, El Cordillerano prefirió hablar con ella de las visitas que hacen a la escuela. “Fue el lugar de acogida durante el accidente y uno de mis nietos está haciendo su primaria ahí, es un lugar muy especial para todos nosotros”, dijo.

Esas muertes sirvieron para que se cambien los sistemas operativos dentro de las salidas, entonces si se puede hablar de algo positivo en todo lo ocurrido, es que quizás, con ese accidente, se salvarán muchas más vidas de estudiantes de la universidad por mayor seguridad.

El papá de Adrián Mercado recordó, “mi hijo al momento del accidente iba con su novia, Lili Alonso, desgraciadamente él se fue pero ella por suerte sobrevivió”. “Lo único importante es que se siga hablando de ellos, que no queden en el olvido”, finalizó.

El acto

Acerca de la tragedia el decano dijo al iniciar el acto “un hecho que cambió la historia y la cotidianeidad de nuestra institución, 17 años de aquellas tremendas jornadas en las que el dolor, el desconcierto y la bronca invadieron la vida diaria de familias, amigos, compañeros de cursada y demás integrantes de esta comunidad universitaria”.

Recordó que gracias a estos jóvenes, se reformularon los sistemas de seguridad, “por eso hoy venimos de nuevos a estas aulas y estos pasillos para recordarlos una vez más, como cada primero de septiembre, esta comunidad busca la manera de estar presente”.

Este año han renovado la cartelería de las aulas que llevan los nombres de los estudiantes, gracias al aporte de Marta Conejero que donó el material necesario.

Al tomar la palabra Marcela Ceballo, docente de la institución, expresó su más sincero respeto a los familiares, “solo ustedes saben del dolor que vivieron y cuánto perdura, es la primera vez que vengo a este acto, otros primeros de septiembre estuve en la montaña, en El Pilar, pero aquí no” dijo muy apenada.

“Vengo a hablarles en primera persona, soy profesora de esta universidad hace veinte años, me siento parte de la montaña y perdí amigos en ella”. Mencionó que a pocos años de entrar en la institución le tocó acompañar y contener a los y las estudiantes luego del accidente de Tronador, creo que eso fue el aviso que algo andaba mal en el área de montaña”.

“La universidad toda no tomó dimensión de lo sucedido y seguimos hasta que ese 1º de septiembre pasó lo que pasó y todo se detuvo y el silencio fue total, el de las muertes jóvenes se respiró por donde uno anduviera”.

Agregó “hoy estamos acá para sentirnos cerca, para poner la palabra y darnos un abrazo, colaborar en curar si es posible en parte, estas heridas y sobre todo recordar a los chicos del Ventana”.

“Quiero también tener presente a los que quedaron y fueron sobreponiéndose como pudieron, con sus angustias, sus rabias, sus enojos y se desparramaron porque no pudimos acobijarlos, no tuvimos la entereza como institución para acompañar a todos esos pibes y pibas que estaban recién salidos de sus casas y no sabían cómo seguir”.

Esas voces aún les están faltando para recomponerse, “como carrera y como institución, ellas y ellos también fueron víctimas del accidente del Ventana, los necesitamos para seguir sanando con nuestras luces y nuestras sombras” dijo sin poder contener las lágrimas.

Acto seguido tomó la palabra el padre Juan Angel quien mencionó que “nada es como encontrarnos una y otra vez con el misterio de la muerte, nos hace pensar en el sentido de la vida, de la actual y la de luego de la muerte”.

“En los primeros días del mes de septiembre de 2002 esta aula magna se convirtió en una sala mortuoria donde velamos a varios de los que hasta hace unos días, habían sido estudiantes” dijo.

“El obispo en ese entonces, Fernando Maletti, acompañó a los familiares y compañeros y compañeras de estudios, en aquellos momentos de dolor, que culminó con una misa de cuerpo presente, de la que participamos el padre Branco y yo”, detalló.

Como un bálsamo al corazón, subieron al escenario los niños de la escuela 329, quienes con su música, hicieron brotar más lágrimas entre los presentes.

Para continuar se invitó a todos a uno de los patios, donde está la placa recordatoria de la tragedia y a unos metros, la que tiene el nombre de cada uno de los nueve estudiantes, donde se dejó una ofrenda floral.

Para finalizar, personal de la universidad acompañó a los niños de la escuela para que realizaran una práctica en la palestra y después, les brindaron un vaso de chocolate caliente.

Un año más de una herida que no cicatriza pero que es necesario mantener en la memoria y el corazón de todos los barilochenses.

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