Sentido homenaje a Elena Matuz
Querida Elenita.
Una de las tantas “Elenitas desconocidas” de este pueblo. En estos tiempos en donde los sentimientos se sienten a flor de piel, para bien o para mal, en donde no hay festejos compartidos de alegrías, ni reuniones de despedidas, pareciera que la vida, la muerte y los muchos acontecimientos pasan desapercibidos, salvo que sean rescatados por las inefables “las redes sociales”.
Ella era unas de las tantas pobladoras de la pequeña villa. La veíamos llegar temprano a la Municipalidad, era la que despertaba al sereno, Juan Carlos Quintriqueo. Ponía la inmensa pava en la hornalla y preparaba el mate cocido, separaba los panes o medias lunas para cada sector municipal, “el sagrado refrigerio”. ¡Que no faltara la yerba, que alcance para todos y cuidado que el pan no sea muy chico o duro! Ella lo que supervisaba profesionalmente.
Así como si nada, la vimos mudarse de “las Piedritas” , construir su casa de madera, celeste y blanca, en esa tierra de mallines, junto a su Octavio, tan inseparable como problemático compañero de la vida. Preparar su terreno en esos primeros lotes, que le había asignado el compañero e inolvidable Nano, con mucho esfuerzo levantaron su pequeña y humilde pero tan digna morada. Que se fue mejorando de a poco con el esfuerzo de su trabajo y prestamos comunales que siempre me reclamaba.
No puedo borrar de mi memoria esa sonrisa tan dulce y espontanea como dura, que les da la vida a los personajes patagónicos, en la cual se refleja, que el tiempo, el viento, el frio, el sol, la soledad y la lucha no siempre tan fácil por una vida, no siempre mejor, no pasan sin dejar las huellas en esos rostros.
A las 8 ya las 10 de mañana, cuando llegaba al despacho durante esos años, tenía el infaltablemente mate cocido y el pan en el despacho. No importaba quien era el Intendente de turno. Y eso no se discutía. Y si el secretario le decía que “el jefe “ no estaba, te miraba mal pero igual lo dejaba, por las dudas vio? Ella cumplía con su trabajo, porque era su obligación,
Infinitamente ya jubilada y antes también, cuando necesitaba un “cable a tierra”, o un abrazo y una sonrisa, una mirada transparente o un mimo, de esos que tanto se necesitan, que solo te la puede dar tu vieja o otro ser celestial, ahí la iba a buscar, en esa casita celeste y banca, que siempre limpia y florida, como la de un duende la iba a encontrar. Ellos allí estaban, siempre con el mate listo, tortas fritas o “calzones rotos” y sus sueños de progreso, esperanzas que las cosas iban a mejorar. Sus estampitas y láminas religiosas, algún almanaque campestre pegado en la pared que denunciaba el año y algún paisaje remoto como conocido. A su modo eran felices entre tantos encuentros y desencuentros, entre tantas historias cotidianas. Las despedidas era “gracias doctor, no se olvide de pasar de nuevo”. Y cuando pasaba un tiempo, me llamaban o sacaban un turno para verme, o el llamado insistente a Marcela, del Centro de Salud, “está el doctor”.
Así pasaron, seguirán pasando muchas “Elenitas eternas”, de ellas aprendemos mucho y reflexionamos, lo importantes es no olvidarlas y rescatarlas en vida, no dejarlas pasar sin que nos puedan dejar algo y nos contagien de su simple vida.
Estás en nuestra vida Elenita “eterna” Matuz.
Dr. Hugo Panessi
DNI: 12479434