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OPINIÓN

"Además de justicia, tiene que haber sanción social"

El cambio es cultural y debe cruzar de manera transversal a la sociedad e instituciones. La muerte de Guadalupe nos interpela a todos. Por Mariana M. Fernández*.
08/03/2021
"Además de justicia,  tiene que haber sanción social"

Comienzo haciendo un mea culpa: tuvo que ocurrir el crimen brutal de una mujer para que la violencia machista sea un tema de discusión y reflexión en todos los ámbitos, y para que hoy  sienta la obligación moral de escribir estas líneas.

El femicidio de Guadalupe nos interpela a todos. A los  funcionarios que trabajan en la máquina boba de la burocracia estatal, y a los que debieron tomar decisiones y no lo hicieron. Pero también a una sociedad que tolera al violento, que convive y lo acepta. El que piensa  “mejor no me meto, es cuestión del otro”, o el que lo acepta porque “siempre fue así”.

Días atrás hablaba con un grupo de cinco mujeres adultas. Durante la charla surgió que todas habían experimentado en su vida algún tipo de violencia machista. Algunas habían sufrido violencia física por parte de ex parejas, otras discriminación o actos de misoginia.

Si cualquier mujer conoce a otra que fue víctima de violencia machista, todos los hombres tienen que conocer alguno que la haya ejercido sobre una mujer. Por eso, a vos que lees estas líneas, pensá en todos tus amigos y conocidos hombres, y fíjate si identificás algún tipo de violencia. Y si reconocés y estás en contacto con esa persona, cuestionálo. No te quedes callado/a, ponélo en evidencia delante de sus pares y que sepa que “no da lo mismo”.

Y no hablo sólo de los casos de violencia física. Es también el chiste misógino, el menosprecio o la humillación de una mujer por el físico, el comentario de la “putita” porque elige estar con distintos hombres y el regodeo del “macho” porque todos los días sale con una “mina” diferente. Eso tiene que CAMBIAR.

Además de justicia, tiene que haber sanción social, porque el cambio es cultural.  Ninguna ley por más perfecta que sea puede evitar que un tipo se crea dueño de una mujer, y que el reconocerla como otra persona independiente y con derechos sienta que menoscaba su masculinidad.  Hay algo de base que está mal, que siempre estuvo mal. Es hora de reconocerlo, de hacernos cargo.

Para el hombre, el cambio implica renunciar a beneficios que ha ostentado desde tiempos inmemorables.  Por eso cuesta. Pero el machismo estúpido también le ha impuesto renuncias, como la oportunidad de criar sus hijos en las cosas que importan, no sólo llevar el alimento al hogar.

Pero también hay otra violencia que padecen muchas mujeres y que a veces queda diluida en las discusiones:  la violencia institucional.  Y acá me quiero detener para contar un caso que permite tomar dimensión del asunto.

 Una mujer decide dejar a su pareja. Él era –es- un perverso, machista, manipulador y violento. Ella no tenía un peso ni donde vivir, pero decidió irse con lo puesto. Cuando se separaron, él le juró que la iba a “hacer mierda” (literal). Y lo hizo, no con golpes, sino con lo que más le puede doler a una mujer y madre: sus hijos. Los manipuló para que no quisieran tener contacto con ella.  Les dijo que la madre no sólo lo abandonaba a él, sino a ellos.  El se encargó de difamarla en todos los círculos sociales posibles, diciendo que era una “loca” y que por eso los chicos no querían verla. La mujer en cuestión es de las personas más cuerdas, dulces y bondadosas sobre la tierra. Jamás maltrató a sus hijos ni tuvo denuncias por situaciones violentas;  es trabajadora y sana.

Los organismos intervinientes ahogaron el caso en la burocracia estúpida.  El sujeto no la intentó matar ni la arrastró de los pelos por la avenida, por lo tanto, para la justicia es un “buen tipo”. Los chicos no querían ver a la madre, punto, a otro caso.

El Estado no garantizó la revinculación de esa madre con sus hijos. Dejó pasar el tiempo.  Por la desidia de funcionarios hay una madre “huérfana” de hijos y  chicos a quienes les han privado su madre. ¿Quién se va a hacer cargo del daño?

En los casos de violencia física, el sistema obliga a la mujer violentada a exponerse en cada denuncia y las medidas eventuales que dispone la justicia recaen sobre ella:  un botón antipánico que sólo sirve para darle a la mujer una falsa seguridad (el botón, al menos en Villa La Angostura, emite el alerta en Neuquén capital);  la custodia policial o los rondines son en la casa de la víctima; y la  mejor opción que le sugieren los funcionarios de turno a una mujer es mudarse a otra localidad o vivir en un refugio.

Es la violencia institucional que revictimiza a la víctima. Y hasta que no cambie el sistema, nada va a mejorar.

-.-

No creo en la igualdad del hombre y la mujer, pero sí en la igualdad de derechos y oportunidades.

No creo en las revoluciones violentas. Sí en los procesos revolucionarios, y el proceso ya comenzó.  

Deseo que la cosa cambie, en serio,  y  que nunca más tenga la necesidad de escribir estas líneas.

 

 *Periodista. Editora de DiarioAndino.

 

 

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