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La historia de Jean Pierre: "Mi Casamiento"

En el capítulo 12 de sus memorias, Raemdonck, reseña "el evento más importante" de su vida.
13/03/2021
La historia de Jean Pierre: "Mi Casamiento"

 Ahora, llegamos al evento más importante de mi vida. El de mi casamiento con Bernadette. En 1977, soñaba de reencontrarme con la simpática Bernadette que me había presentado la tía Anne en su cocina algunos años antes. No me había olvidado de ella. Nos habíamos escrito unas cartas y tomé la decisión de comprar un pasaje para Bélgica, sin precisar la fecha de regreso. Podía contar con Francisco, que iba a tener que ocuparse de los clientes del aserradero. En realidad, no pensaba que iba a ausentarme tanto tiempo y Francisco tuvo que afrontar algunos problemas para satisfacer la clientela, que amablemente me perdonó a mi regreso, visto la razón de mi larga ausencia, entre otro, Jorge Letemendia que esperaba desesperadamente la madera para la construcción de su chalet.

En mi viaje hacia Buenos Aires, me quedé dos días en el Monasterio trapense de Azul, contando a Jean las últimas noticias de Villa La Angostura y para explicarle mi esperanza de encontrar la que podría aceptar de compartir mi vida, lo que no era tan evidente. Mi optimismo habitual me daba buena esperanza y dejaba a Dios y la Virgen de decidir.

En Buenos Aires, pasé a saludar, Juan Zanella, dueño de la fábrica de las motos Zanella. Me recibió amablemente y me propuso de participar en una carrera de regularidad (Enduro) en Italia con una moto Zanella. Se trataba de “Los Dos Días de Bérgamo”, considerada como una de las más duras de Europa, tanto para los pilotos como para las motos. Todas motos de último modelo, piloteadas por los mejores pilotos de la especialidad, ayudados por las fábricas de motos e importantes firmas comerciales del gremio. Le avisé enseguida que tenía poca chance de terminar la prueba y menos todavía de clasificarme. No le importaba, quería que su nuevo prototipo esté en la largada y su fábrica argentina representada en su país natal.

Después de visitar algunos miembros de la Asociación Cerro Bayo, embarqué para Bélgica. Era el mes de mayo de 1977. En cada uno de estos alegres  regresos, me reunía  con mi familia y amigos de la infancia. Había tantas cosas para contar. Cuando uno regresa a su país después de tanto tiempo, es como si uno resucita y sale del cementerio para encontrarse en un mundo que no era más el mío. Nuestra visión de la gente y del entorno no era la misma. Papá y Mamá nos recibían tanto a Michel como a mí, a cada regreso con una botella de champagne y la presencia de nuestra querida Abuela. Papá era una persona llena de bondad. Pensaba solamente en los demás sin quejarse nunca de sus fuertes dolores de espalda. Sus hernias discales fueron para él un verdadero calvario durante más de treinta años. Sin duda que hoy una operación le hubiera aliviado sus dolores, pero en esos tiempos, eso no era seguro y él no quería tomar el riesgo. Su coraje lo mantenía. Trabajaba desde temprano en la mañana, y todos los días iba al palacio de justicia y en la tarde recibía sus clientes, escribiendo su correspondencia hasta las 18 horas, cuando salía caminando hacia sus reuniones parroquiales de ayuda comunitaria, siempre sonriendo a los vecinos que lo apreciaban y lo querían. Hacía parte del Rotary y durante muchos años, presidente de una comisión encargada de indemnizar a los propietarios de inmuebles bombardeados durante la guerra. Mamá le cocinaba sus platos favoritos que compartíamos con apetito. ¡Cuántos buenos recuerdos nos dejaron estas reuniones, entre familiares y amigos, saboreando las espacialidades culinarias de Mamá! Ellos dos nos querían ver felices y unidos.

Antes de mi llegada, Mamá había, por intuición, anticipado los eventos, invitando algunas veces a Bernadette a almorzar. Así fue que cuando, apenas llegué, tuve la sorpresa de encontrarla en casa. Ella estaba muy ocupada, trabajaba a la mañana en un comercio mayorista de artículos para restaurantes, dónde era apreciada por su patrón y todo el personal. En la tarde trabajaba como secretaria de un médico, él muy feliz de haber encontrado la “perla rara”. Además de su trabajo de secretaria bilingüe (francés/flamenco), Bernadette hacía el trabajo de enfermera, instrumentista, ayudante para las radiografías, los yesos, suturas, etc.  y durante sus tiempos libres, encontraba el tiempo de ocuparse de la administración de un grupo de scouts con la integración de niños  discapacitados. Y también  encontraba el tiempo para salir con sus amigos. Su “Renault 4” que había reemplazado su “Citroën 2 CV” la ayudaba en sus desplazamientos, incluido las visitas a sus padres en Gante, situado a 45 kilómetros de Bruselas, lo que es mucho en Bélgica.

Un fin de semana, Bernadette me llevó en su Renault, para presentarme a su familia. En estos tiempos, la clase media europea se llamaba  “La Burguesía”. Las familias, en general, eran bien constituidas. El padre practicaba su profesión manual o intelectual, mientras la madre quedaba en el hogar, ayudada a veces por una empleada doméstica. Así todos tenían su trabajo y no existía el desempleo. Hoy, los tiempos han cambiado y los dos trabajan, ayudados por aparatos electrodomésticos de todo tipo. Hoy llamamos a esta forma de vivir:   “El Progreso”.

 

 

 Bernadette antes de nuestro casamiento.

Los padres de Bernadette me recibieron muy bien, a pesar de la mirada inquisidora del Papá que inclinaba la cabeza para verme mejor por arriba de sus anteojos.

 

 Me imaginaba su desconfianza: ¿Quién podría ser ese aventurero, expatriado que se interesa en mi hija? Como explicarle mis logros y mis fracasos en un país tan diferente de nuestra pequeña Bélgica. Él se había jubilado después de una larga carrera de ingeniero en una fábrica de cubiertas. Había cumplido su carrera de manera ejemplar y había recibido los homenajes de la dirección de la empresa. Su excelente comportamiento le había permitido de aprovechar del mismo queso durante cuarenta años. Justo lo opuesto a mis actividades en Argentina, donde no poseía ningún título y era solo un pequeño empresario oportunista. Felizmente, como hombre inteligente, rápidamente entendió que su hija podría ser la persona ideal para un aventurero de mi especie y poco a poco me ganaba su confianza. De todas maneras, no era todavía el momento de pedirle la mano de su hija. Ante todo me hacía falta el acuerdo de Bernadette. No me había atrevido todavía de pedirle de que acepte de ser mi mujer, por miedo a que rechace mi pedido.

 Un día de primavera, en un lindo y romántico parque de Bruselas, nos pusimos de acuerdo y tomamos esta gran decisión de unir nuestras vidas por lo mejor y lo peor. Apáticos por naturaleza, por  defecto de nuestra educación nórdica, pienso que Bernadette pudo imaginarse la alegría que yo sentía. A pesar que nuestros corazones latían a gran velocidad, nos besamos y seguimos nuestro paseo como si no hubiera pasado nada. Nos quedaban solamente las formalidades que íbamos a cumplir con placer.

 En espera de esta organización, aproveché mi tiempo para ganar algunos pesos (francos belgas), fabricando unas vitrinas de exposición en el negocio, donde trabajaba mi querida a la mañana. Lo que fue un buen pasatiempo.

 Cuando me avisaron de la llegada de la moto Zanella en el puerto de Amberes, con mi amigo Guy, la fuimos a buscar. Tuvimos bastante trabajo para preparar y probar esta moto que no tenía las características ideales para ese tipo de competencia. Michel Decorte, gran especialista y campeón de enduro, me daba sus consejos y me ofreció de acompañarlo con su coche “Porsche” al cual ataba un remolque para dos motos. Ya que él también competía.

  Años antes, en 1970, lo había acompañado como ayudante mecánico a la prueba de “Los Seis Días” que se corría ese año en España y dónde había aprendido mucho sobre este tipo de competencias, muy exigente tanto para los corredores como para las motos. Michel había terminado muy bien clasificado. Además de mi función de ayudante mecánico, servía de traductor para todo el equipo belga. Fue una semana apasionante, disponía de una moto para encontrarme con Michel en algunos de los controles del circuito. En esas competencias, las fábricas tienen mucho interés de participar. Además de promocionar sus modelos, obtienen unas experiencias únicas para mejorarlos.

 Antes de salir para Italia, al Valle de Bérgamo, Guy me invitó a probar mi moto en un Enduro en Bélgica, para constatar que los arreglos efectuados servían. 

 

 Prueba de la moto Zanella en Bélgica, antes de los Dos Días de Bérgamo.

Apenas llegado a Bérgamo, me llamó la atención la importancia de la organización. Todas las grandes fábricas de moto participaban con la inscripción de doscientos de los mejores pilotos del mundo. Era como si hubiera llegado a Wimbledon para encontrarme con los mejores jugadores de tenis. Mi inscripción había sido aceptada por ser el único Sud Americano. Unos periodistas venían a hacerme un reportaje, preguntándome si se fabricaba todavía ese modelo de moto. Les contestaba que era un prototipo que se iba a empezar a producir próximamente. Parecía como un ser venido de otra planeta para participar en esta competencia, reconocida como la más exigente. Michel Decorte me había avisado, pero había dado mi palabra a Juan Zanella y no me quedaba otra que poner la moto en el parque cerrado y tomar la largada al día siguiente.

 

 Listo para los Dos Días de Bérgamo.

Al amanecer, a las 6 am., en punto, largaba el primer participante, seguido cada medio minuto del siguiente. Apenas largado, me di cuenta en que aventura me había metido. Pensaba en una sola cosa: terminar ese primer día con menos de una hora de atraso para poder largar al otro día. Desgraciadamente, acumulé unos minutos más que la hora permitida y quedé descalificado. Michel Decorte se clasificó entre los 100 primeros.                         

A mi regreso de Bérgamo, encontré a Bernadette y a Mamá en plena actividad, mandando las tarjetas de compromiso. La reunión familiar se iba a festejar en un Castillo en la cercanía de Gante, el 26 de junio de 1977.

El día previsto, nos encontramos reunidos en el jardín de la casa de los padres de Bernadette, todos bien vestidos, tomando un copetín, degustando un excelente oporto de la reserva del Papá de Bernadette, antes de dirigirnos al Castillo de Laarne.

 

 Nuestro compromiso en buena compañía en el Castillo de Laarne.

Para este paso importante de nuestra vida, tuvimos la suerte de tener un día soleado, además del típico Castillo Medieval, con un excelente menú, seguido de las emocionantes palabras del Papá de Bernadette.

El segundo paso era el casamiento civil que celebramos en otro Castillo, en Bruselas (Château Malou), entre algunos amigos y familiares íntimos. Con nuestro “oui” sin vacilación recibimos una libreta de matrimonio en la cual íbamos a poder anotar los nombres de nuestros hijos.

Nos faltaba consagrar nuestra unión delante de Dios. Ceremonia que fue muy bien programada. Por mi parte, no tenía que preocuparme demasiado, me correspondía solamente ir a alquilar un traje con sombrero alto y guantes blancos.

 

El día “D” fue el sábado 3 de septiembre de 1977. ¡Que sorpresa tuve cuando apareció Bernadette sonriente, vestida de blanco y muy elegante! Su Papá la tomó del brazo y la ayudó a subir en un antiguo Ford A 1930. Una pequeña sobrina se encargaba de sostener la cola de su vestido. Mientras tanto yo tomaba el brazo de mi Madre para subir en una espléndida limusina. Llegamos a la hora exacta a la iglesia, donde recién se había terminado otro casamiento. En Bélgica, si los novios se atrasan, pierden el turno, obligados de pedir otra fecha, muchas veces con varios meses de anticipación.

Había una gran muchedumbre sobre la plaza en frente a la Iglesia, acompañándonos en nuestro casamiento. Ayudado por su Papá, Bernadette sonriendo a todo el mundo, a pesar de la dificultad de caminar con  tacos  altos sobre el pavimento de adoquines.

 

 Subiendo las escaleras de la iglesia, parecía una verdadera princesa. Le di la bienvenida frente al altar. La iglesia estaba llena de amigos, familiares y de los scouts, de los cuales se había ocupado Bernadette.

 

Mi fiel amigo Guy Dejond, vestido con su uniforme de Oficial de la Marina, había aceptado de ser mi padrino de casamiento. Y Dominque (cuñada de Bernadette) la madrina. El hermano de Guy, Thierry, jesuita, celebró la misa. Habíamos elegido los textos de la celebración y los scouts acompañados de su guitara cantaron con mucho talento. Todo era impecable. Durante su homilía Thierry recordó nuestros recuerdos de infancia y su estadía en Villa La Angostura cuando vino de Chile con un amigo seminarista, aprovechando la tranquilidad del lugar para estudiar su curso de teología en “Los Tres Mosqueteros”.

Después que nos prometimos mutualmente nuestra unión ante lo mejor y lo peor y la colocación de los anillos, seguido de la bendición del sacerdote, estábamos definitivamente casados. Nuestra salida de la iglesia, acompañada de la tradicional marcha nupcial de Mendelssohn, bajo una lluvia de arroz y felicitaciones de la asistencia fue muy emocionante. No había duda que a Bernadette la quería todo el mundo.

 

El  lindo y antiguo Ford A 1930, nos llevó entonces a un tercer castillo, “Château Sainte Anne”. Nombre que nos recordó nuestro primer encuentro en la cocina de la tía Anne. Así le rendíamos un homenaje. El hall del castillo estaba lleno de amigos, que se habían acercado  para felicitarnos y tomar un vaso de champagne en nuestro honor. Eso seguido de una sesión de fotos para fijar para siempre el recuerdo del momento. Después poco a poco se retiraron la mayor parte de la asistencia, mientras la otra parte de familiares y amigos más íntimos se quedaban para la cena, con un suculento menú y los discursos. Me recuerdo el de mi Padre, explicando mis modestas instalaciones en la Patagonia a las cuales iba a llevar a mi querida. Lógicamente, comparando a las muy bien construidas residencias de los alrededores de Bruselas no se equivocaba. Siguieron las delicadas palabras llenas de humor de Papy Van de Moortele, que voy a probar de resumir:

 

“Queridos Jean-Pierre y Bernadette,

Castillo de Laarne- Castillo Malou- Castillo Santa Anna. Parecen tres etapas elegidas, en un paseo turístico. Pero no, son tres etapas importantes de su vida,  que es una linda historia.

Primera etapa: Château de Laarne- El compromiso. Es la llegada de una larga etapa: la de la primera juventud con todas sus esperanzas y  todas sus ilusiones. Al final de esa primera etapa, un primer contacto se establece bajo los auspicios de tía Anne. Después la vida los separa  él se va muy lejos y ella absorbida por sus ocupaciones cotidianas….

Segunda etapa: Château Malou-Casamiento civil- Querido Jean-Pierre, te teníamos que haber avisado que atrás de la sonrisa de Bernadette se esconde una voluntad tenaz, muy tenaz que viene de mi madre, Jane Ameye, quien, cuando le pedíamos algo que no le gustaba, con una amable manera de vacilar en primer lugar, después no se comprometía y por fin decía que No, con tanta gentileza que olvidábamos lo que le habíamos pedido. Como tu Bernadette, tu abuela era linda, siempre sonriente y atractiva.

Tercera etapa : -Château St Anne-….. Pudimos apreciar la liturgia de casamiento que Bernadette y Jean-Pierre habían elegido, a los cuales les felicito… No puedo evitar de recordar las palabras de Cristo sobre el Sacramento del Casamiento: “El hombre dejará padre y madre y se unirá a su mujer y los dos harán uno. Entonces no serán más dos, sino uno. Y lo que Dios ha unido que el hombre no lo separe”.

Me tomé mucho tiempo para juzgar a mi yerno,…Sí mi querido J-P, a pesar de tu madurez, la seguridad de tu juicio, tus consejos y conocimientos varios, todos aprendidos durante tu vida, guardaste el privilegio de la juventud, un espíritu asombrosamente joven, un equilibrio, un todo escondido bajo un exterior de simplicidad, que me ánimo a describir como la de un gran niño, muy feliz de haber encontrado la compañera de su vida.

Delante de ustedes dos, se abre un hermoso porvenir, porque no forman solamente una pareja simpática, sino también una pareja llamada a grandes proyectos en ese lindo país que ahora adoptaron y que les va a  absorber totalmente.   

 Mi querido Jean-Pierre, te confiamos nuestra hija que vas a llevar muy lejos, pero si el arte no tiene patria, la Gran Felicidad no puede tener fronteras.

 Levanto mi vaso por esa gran felicidad” 

 Después de ese inolvidable día, estábamos contentos de reencontrarnos solos para empezar nuestra nueva vida. Habíamos previsto como  luna de miel, la cruzada del Atlántico hacia Argentina, en barco con sus escalas habituales. Desgraciadamente, los papeles de Bernadette, pedidos al Consulado de Argentina en Amberes, demoraron demasiado y tuvimos que anular nuestras reservaciones marítimas. Improvisamos un viaje corto en el norte de Francia, pensando que una vez en Argentina íbamos a disfrutar de  varias oportunidades. Estábamos demasiado ocupados con los equipajes. Había que hacer sólidos cajones. Bernadette pensaba en todo y me quedaba solamente que clavar y ayudar a cargar las cajas en el camión de la empresa marítima. Habíamos recibido, como regalos de casamiento, varios bonos para compra de aparatos electrodomésticos y teníamos que aprovecharlos. Desgraciadamente la Aduana Argentina no permitía a los inmigrantes la importación de artículos nuevos, tenían que ser usados. La mayoría recién salían de los negocios y me imaginaba los problemas que íbamos a tener para entrarlos en Argentina. Además tenía que repatriar la moto Zanella. Habíamos mandado tarjetas de casamiento en el país y había corrido la noticia. La radio LU8 de Bariloche había hecho el anuncio oficial y nos llegaban numerosas felicitaciones.

 Aproveché esa época en Bruselas para planificar nuestra futura casa, aprovechando los consejos de un arquitecto del estudio de Raymond Decorte. Amablemente él me daba un verdadero curso de arquitectura. Bernadette con su sentido práctico ponía las últimas correcciones al proyecto. Papá me propuso vender a Michel la propiedad de “Los Tres Mosqueteros” para darle su independencia y para nosotros, disponer así de los fondos necesarios para nuestra construcción. Papá nunca había venido a Argentina, pero tenía una visión clara de la situación y su proposición nos pareció excelente. Aprovechando mi aserradero/carpintería íbamos a poder construir nuestra casa sin demasiados gastos sobre uno de nuestros lotes en Bahía las Balsas, ocupados en aquel entonces por los bueyes que teníamos para los movimientos de rollizos para el aserradero.

 Si bien estábamos todavía en Bruselas, mi espíritu ya estaba en La Angostura, donde nos esperaba también el proyecto del Centro de Esquí sobre el Bayo.

 Por fin llegó el día de nuestra partida. Un grupo numeroso de amigos y familiares habían venidos al aeropuerto a despedirnos. Me daba cuenta lo que significaba este viaje hacia lo desconocido para Bernadette. Separarse de tantos amigos y recuerdos era sin lugar a duda un emotivo cambio en su vida.

 

 En Buenos-Aires, Michel nos esperaba en Ezeiza y la familia Groverman nos recibió con su cordialidad habitual. Aprovechamos la espera de nuestros equipajes para ir a saludar a Jean en el Monasterio y hacer un corto viaje por la provincia de Buenos Aires.

 En su primera carta a sus padres, Bernadette escribe:

 “Una primera visita a Buenos Aires, me dio una pequeña percepción de la ciudad, muchos inmuebles, pero muchos espacios verdes, árboles y flores. Jean-Pierre va de una oficina a la otra, toda gente encantadora, algunos conocen un poco de francés, pero yo entiendo todavía muy poco el español.

 

 Bernadette con Jean y Michel en el Monasterio Trapense.

Pasamos el fin de semana con Jean en el Monasterio de Azul. Lugar de ensueño y de tranquilidad, a parte del momento cuando uno tiene que pasar por un control militar, porque es en esa zona que  la ex presidente  Isabelita Perón está encarcelada. No es muy agradable de ver metralletas de tan cerca, apenas si me animaba a levantar el dedo chico, pero bueno es cuestión de acostumbrarse. En el atardecer del domingo, Michel nos dejó su camioneta y lo dejamos en la terminal para viajar a Bariloche, seguimos hasta Tandil, dónde encontramos a Andrée Vanden Abeele en su casa. Una pequeña casa blanca que ocupa con sus tres hijos. La mayor de 18 años quiere ocuparse de niños como lo había hecho su madre (que se había ocupado de Bernadette cuando nació), toma mucho mate, al cual no me pude acostumbrar todavía. Son tres lindos chicos y quedamos a comer con ellos y dormimos en un hotel de Tandil. El lunes, fuimos hasta Mar del Plata, el gran balneario argentino, no me gustó mucho,  inmuebles a perdida de vista, un ruido infernal. Dormimos en un hotel situado en una esquina con semáforo. A la mañana la hotelera nos preguntó si habíamos dormido bien, pensé que se reía de nosotros. Al salir, encontramos un desperfecto en el motor de la camioneta, que J-P solucionó rápidamente, pero que vuelve a suceder cuando llegamos a la chacra de  Luis Broers, un belga que tiene un criadero de gallinas ,bajo una nube de moscas y olor insoportable. El martes, hago mi primera expedición en los caminos de tierra, barro y huellas profundas.

 

 Bernadette descubriendo los campos de la provincia de Buenos Aires.

En un lugar hay dos pequeños negocios, un bar, un surtidor de nafta que se encuentran sobre el camino, pero no son muy atrayentes, todo sucio y lleno de tierra. Por suerte que la naturaleza es espléndida, muchos pájaros, patos, avestruces, flamencos y lógicamente muchos caballos y vacas…”

 En su segunda carta, Bernadette escribe desde Buenos-Aires:

 “Jorge Tanoira nos invitó a un partido de polo, donde participaban sus dos hijos Jorge y Gonzalo. Dos grandes campeones de polo.

 El fabricante de moto Zanella nos invitó en un excelente restaurante para agradecer Jean-Pierre de haber participado en la Competencia de Bérgamo. En el mismo almuerzo festejábamos al equipo de futbol argentino, recién consagrado Campeón del Mundo. Durante el almuerzo, Juan Zanella nos ofreció como regalo de casamiento la moto con la cual había participado Jean-Pierre en Bérgamo. Era un muy lindo regalo.

 Por fin llegó el barco con nuestros equipajes que esperamos poder retirar rápidamente. Por el momento no hago nada y espero poder salir de Buenos Aires lo antes posible”.

 En la aduana, todo anduvo bien hasta el momento que el aduanero verificó el número del motor de la moto Zanella. Por casualidad una cifra no correspondía con el número de los papeles. La moto iba a ser depositada en la aduana sin esperanza de recuperarla. Un pequeño “billete verde” solucionó el problema y salimos del territorio de Ali-Baba, felices con todo el equipamiento de inmigrante de Bernadette.

 Dos días después, salíamos de Buenos Aires, felices de respirar el aire puro, fuera de esta ciudad asfixiante.

 A nuestra llegada a Villa La Angostura, Bernadette escribió a sus padres una larga carta contando su viaje pasando por Lujan, Villa Flandria, la Pampa, con noche en Lihué-Calel… “En Neuquén, hemos almorzado en un pequeño restaurante para camioneros, muy bien atendido por su dueño lleno de atenciones a sus clientes. Cuando nos acercábamos a Bariloche percibíamos la nieve sobre las cumbres de los Andes. Pasamos por un lugar llamado: El Valle Encantado. Basta mirar las montañas que parecen verdaderos encajes y dejar volar la imaginación. Y llegamos al lago NAHUEL-HUAPI con todos sus alrededores de montañas. Es magnífico. Estábamos a solamente 65 km de Villa La Angostura. Una ruta enripiada que tendría que ser asfaltada próximamente. Bordeamos el lago y a las 21 horas  nos recibe Michel y María en los Tres Mosqueteros y nos invitan a cenar. Hay una calma serena, miles de estrellas brillan en el cielo, las montañas se dibujan encima del lago. Solamente mañana tendré la visión de la belleza del lugar. Es un lugar majestuoso.

 Todo el equipo de Jean-Pierre estaba muy curioso de conocer la mujer del patrón. Felicitaciones de todos lados. Parece que todo el pueblo hubiese querido que Jean-Pierre sea nombrado intendente. No hacen falta elecciones. Pero mi marido no quiere saber nada de eso. Aquí, la gente toma su tiempo para vivir, es una vida totalmente distinta. Es el pueblo de ASTERIX como dice Jean-Pierre. La gente del pueblo me trae pequeños regalos, muy necesarios como un litro de leche recién ordeñado y eso de una familia de nueve hijos, incluido el último que nació hace solamente dos meses; la hija del capataz de Jean-Pierre nos preparó un excelente postre”.

 Bernadette no tardó en emprender una gran limpieza de la casa. Al tercer día la casa era irreconocible. Iris la hija mayor de Francisco había ayudado y había aprendido así el arte de la limpieza belga. Por mi parte, no podía hacer otra cosa que felicitar a Bernadette y disfrutar del resultado. Como esta casa estaba alquilada para los meses de verano, Bernadette no tardó en ordenar nuestra segunda casa recién edificada. Por mi parte, me faltaba solucionar algunos problemas ocurridos durante mi ausencia de seis meses y rehabilitar la pequeña ferretería empezada antes de mi salida. Bernadette entendió rápidamente de qué se trataba y a pesar de su falta de conocimiento del español, no tardó en anotar sobre fichas los distintos artículos con su valor en dólares en el momento de la compra. También había que poner en buena condición la lancha Huemul para la próxima temporada de excursiones al Bosque de Arrayanes, a la mañana con  copetín a bordo y a la tarde con el servicio de té a bordo, ofrecido por Bernadette, con una excelente torta de chocolate preparada por ella a la mañana, entre sus actividades del hogar, de la ferretería y otras.

 

 El Cerro Bayo visto desde la Huemul II.

Por otra parte, no podía abandonar el proyecto del Centro de Esquí, y menos todavía como presidente de la Asociación Cerro Bayo, mis socios me tenían confianza. Desgraciadamente durante mi ausencia, la comisión directiva había gastado demasiado en la compra de un pequeño telesquí portátil, pagado al triple de su valor. Nadie había ido a ver el aparato. Y como resultado, no quedaba un solo peso en caja. Por suerte no perdía esperanza de encontrar algunos nuevos socios fundadores para financiar la construcción del Refugio Base y el desmonte de la pista, desde la base hasta el Refugio El Yeti.

 En cuanto al camino de acceso, en construcción, gracias al Gobernador de la Provincia, Coronel José Andrés Martínez Waldner, quien comprendió su importancia, tuve la alegría de constatar el trabajo efectuado por  Vialidad Provincial durante mi ausencia. Podíamos esperar utilizar por lo menos un 70% de la obra para una primera temporada invernal.

 

 El camino de acceso en construcción (Km 5).

 

El proyecto del Refugio Base con la foto de su primera etapa.

Para esta primera temporada, teníamos que poder disponer de una parte del refugio base (lo que iba a ser la cocina en el futuro), así que de un mínimo de pista, de por lo menos 400 metros de largo, para instalar el telesquí comprado por la Comisión de la Asociación Cerro Bayo. Todo eso siempre con nuestra política de “Think Big and start small” para no endeudarse.

 

 Un día de enero de 1978, apareció un importante grupo de voluntarios del Country Club Cumelén, para ayudar a subir piedras del Río Bonito, a cien metros del refugio. No hay duda que ellos conocían el leitmotiv belga “La Unión hace la Fuerza”.

 En su segunda carta a sus padres, Bernadette escribe: ….”El día de Navidad, después de almorzar en casa de Michel, encontramos por fin el tiempo para  ver el terreno, donde íbamos a construir nuestra casa, planificada en Bélgica antes del casamiento. Lugar de calma y tranquilidad con mucho sol…"

 

 Iba a ser la primera casa del futuro Barrio Las Balsas. Una actividad más a nuestros proyectos de construcciones, excursiones lacustres, ferretería, aserradero, carpintería y organizaciones deportivas de motocross, sin perder la esperanza de una primera temporada de esquí en el Bayo. No hay duda que las oraciones de Jean en su monasterio hicieron  que el cielo nos haya guiado para que cada cosa se realizara  en los momentos adecuados. Lo que van a poder constatar en estos próximos capítulos.

 

Fuente: https://jpraemdonck.blogspot.com/2021/03/capitulo-12-mi-casamiento.html

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