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Drogas: "Alarma la pereza de los encargados de investigar"

23/06/2022
Drogas: "Alarma la pereza de los encargados de investigar"

El comercio de estupefacientes en la localidad, se ven reflejadas en el incremento de los hechos delictivos

La juventud está en peligro porque la droga acecha. Las instituciones públicas están en peligro, porque la droga ha entrado a las escuelas primarias, los colegios secundarios, y también en otros ámbitos de la administración, impensados hasta ayer; incluyendo hasta bien adentro de ciertos engranajes públicos, en distintos poderes.

La sociedad está en peligro porque quienes deben cuidar, simulan actividad de protección, y no son efectivos en el combate contra el narcotráfico.

Las secuelas que deja y va dejando el comercio de estupefacientes en la localidad, se ven reflejadas en el incremento de los hechos delictivos, en el aumento de las causas penales, en un amplio abanico de hechos que conmueven hasta el ciudadano más tranquilo.

Las riñas callejeras entre adolescentes intoxicados, los robos en las casas y en la vía pública, los asaltos sexuales en la calle, por citar solo algunos ejemplos, son producto de la ineficiencia de los responsables que ocupan cargos públicos, mostrándose activos cuando no lo son; haciendo parodias de seguridad.

En ese simulacro de protección que hacen, intentan confundir a la gente con pantallas que muestran imágenes de ocupación para enfrentar el problema; cual, no es otro, que la desgracia más grande que hace sucumbir a cualquier sociedad, que es una pandemia sin la debida publicidad desde las áreas de salud.

Hemos visto los locales -y también los turistas-, cómo se arman espectaculares procedimientos en la ruta nacional que atraviesa nuestro pueblo. De pronto, sin anuncios, los conductores de vehículos se ven sorprendidos por llamativos conos y luces de colores, siendo obligados a bajar la marcha. Uniformados de una fuerza federal, policía y hasta empleados municipales sirviendo como agentes de tránsito, todos juntos hacen las veces de un ejército comprometido en la lucha contra la ilegalidad.

Los perros utilizados por Gendarmería en esos procedimientos, es la gráfica más impactante y brutal de la situación descripta, máxime cuando se obliga a los automovilistas a descender de los coches, y abrir sus baúles para poder pasar el hocico adiestrado de esos canes que son mal utilizados por los agentes públicos.

De primer impacto, toda esa pintoresca visual de seguridad, abastece la intención y el objetivo buscado por quienes organizan la faena: mostrar que se cuida a la gente buscando, entre otros objetivos del operativo, drogas ilícitas.

Pero aquello, solo de primera mirada. Con una observación más atenta, calibrando el ojo, vemos como todo es una simulación, un engaño que utiliza recursos públicos para distraer al poblador e impresionar al turista, haciéndoles sentir que están protegidos por las fuerzas del orden.

 

Es todo una mentira, y los mentirosos deberán ser ajusticiados con la verdad que se tapa, y que clama la sociedad por estas horas difíciles, exigiendo respuestas de las autoridades, hasta en sus propios despachos.

Esos canes que son llevados a olfatear la intimidad de las personas, haciéndoles abrir bolsos, maletines y hasta carteras y pertenencias más guardadas, están puestos en el lugar equivocado.

En el mejor de los casos, y por gracia del azar, podrían secuestrar alguna sustancia, pero solo de forma aleatoria, ya que por la dinámica de proceder, se desenvuelven cual si fuera una timba, apostando qué automotor podría transportar lo prohibido, indicándole detener su circulación.

Esos animales entrenados deben ser llevados a recorrer las calles del pueblo; y entrar también a las casas e instituciones públicas, con procedimientos judiciales debidamente ordenados por la actividad jurisdiccional, para mejor rastrear las drogas que se encuentran escondidas, estáticas, acá nomas, cerquita, a la vuelta de la esquina; porque la gente todo lo sabe, es ya un secreto a voces; y las autoridades, va de suyo que también.

Alarma la pereza de los encargados en investigar y mueve en atención la inutilidad que muestran para cumplir con la ley y las cartas internacionales que comprometen al estado, combatiendo el narcomenudeo que envenena a nuestros jóvenes, cada vez más; que son quienes quedan inmersos en una incesante y lenta agonía que los aleja de sus objetivos de vida, y los proyecta con prontitud hacia el delito, y en alguna ocasión, al claustro de rejas.

Hay que ponerse a trabajar urgente y de forma seria para restablecer el orden perdido, y desde las bases. Ya no desde las escenas montadas cada tanto en la ruta, o con un par de insuficientes jornadas anunciadas alegremente; sino desde las aulas y otros sensibles sectores del cuadro social.

En miras de eficiencia, si hubiera verdadera voluntad de pelear contra este flagelo, deberían pensarse en programas, cursos, talleres, disertaciones y hasta conversatorios en las instituciones educativas, adentro de las aulas, para enseñarles a los chicos las consecuencias de las drogas; porque allí el narco busca presas fáciles, que son los jóvenes, los más vulnerables, los clientes apuntados, en quienes mediante la adicción que les generan, aseguran los mercaderes de la muerte un rentable negocio que todo lo enquista, que todo lo abarca.

Los alumnos de todos los colegios deberían ser educados en esta materia, porque es un imperativo del estado velar por su seguridad y combatir al narco, también y principalmente desde el eslabón final de la cadena de tráfico.

Entre otros conocimientos, los jóvenes tendrían que saber cómo y dónde denunciar, cuáles son sus derechos. La direcciones escolares tendrían que recibir la información que los alumnos les brindan respecto a los tóxicos, quiénes consumen y quiénes suministran, y elevar de inmediato esa información no solo a la Superioridad del ámbito escolar, sino también de paralelo a la policía y a las fiscalías judiciales, local y federal.

Causa movilidad de espíritu advertir que la droga no figura en la agenda pública; darse cuenta que no es una prioridad actual del estado cargar tintas y destinar recursos suficientes para enfrentar esta problemática, la más seria que nos toca sufrir en los últimos tiempos.

En esta línea, genera el mayor espanto cuando desde los propios resortes estatales, saliera un trío de funcionarios municipales extraviados de realidad, pertenecientes a un área social, a poner una mesita en cercanías a la entrada de un establecimiento educativo, allá por marzo pasado cuando comenzaran las clases. Posados alegres para la foto, ofrecían un “refrigerio” para los estudiantes que ingresaban intoxicados a sus aulas en el primer día de clases.

Pero lo más gravoso de esta insólita y decadente situación, donde la prevención y educación brillan en ausencias, es que desde la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina se asume esta disfunción como natural y consecuente al cambio de cultura de los jóvenes, a quienes -sostuvo el Sedronar- hay que acompañarlos “para poder generar una práctica saludable que no se contraponga con lo que desean los jóvenes, y al mismo tiempo genere hábitos de cuidado entre pares”.

Los jóvenes desean intoxicarse con alcohol y también con otras drogas, ya ilícitas, porque existe una predisposición del conjunto a hacerlo, en la medida que no advierte la juventud, culturalmente, ningún reproche a esas conductas dañinas a la salud; porque el estado, en este contexto de disfuncionalidad, donde lo anormal intenta normalizarse, está ausente -“pintado” como dicen los adolescentes-, mudo y omiso de acciones preventivas eficaces, no de apariencias; entre las que se encuentran como principales la educación en las entrañas de los establecimientos educativos -no afuera-; es decir, dentro de las paredes de las aulas, porque ahí está la población de riesgo, destinataria principal de la información que el estado debe brindar.

Lo demás, es todo circo, como los perros que son llevados a actuar, correa en mano de los uniformados de verde.-

Abog. Cristian Hugo Pettorosso

Matrículas 2248, C.A.P.N; T°XLVIII, F°208, C.A.L.P; T°600, F°816, C.F.A.L.P.; Tº97, Fº387, C.P.A.C.F.

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