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Precios: La relación del productor, los formadores de precio y el consumidor

En esta tercera entrega, Daniel Brito explica "la compleja relación del productor, los formadores de precio, el consumidor y la dificultad de entender como se articulan".
22/07/2016
Precios: La relación del productor, los formadores de precio y el consumidor

Por Daniel Brito

Si bien existen productores en nuestra localidad, las escalas de producción solo permiten abastecer a un mercado limitado por lo que, en esos casos, los mismos productores son formadores de precios y los consumidores tienen el privilegio de comprar mercadería recién producida y a menores precios que en cualquier otro lugar. Es posible incrementar las producciones locales pero, de hacerlo, sería importante tener en cuenta los posibles escenarios.

¿Qué le sucede a los medianos y grandes productores con los productos que consumimos? Los problemas reales que atraviesan los productores en general (resumiendo al máximo la explicación) consisten en: intentar comercializar sus productos, que las ventas les permitan recuperar la inversión y (en lo posible) obtener ganancias para que su actividad siga subsistiendo hasta el siguiente ciclo de producción.

A nivel regional (con efecto directo sobre nuestra economía) este es un problema realmente serio que no solo afecta a toda la cadena de producción sino que también tiene consecuencias sobre el consumidor. Muchas veces hemos visto con asombro como algunos productores, a modo de protesta, terminan tirando lo que producen en las rutas y cuando vamos a comprar esos productos no los encontramos o el precio que se cobra por ellos es excesivo (leche, fruta, etc).

Los productores jamás desean sacrificar el fruto de su trabajo y de su esfuerzo, el problema sobre estas situaciones hay que buscarlo en otros lugares: en el rol del estado (con ausencias de políticas/planificación) pero también en actores nacionales e internacionales que aprovechando el contexto político/económico nacional y global usan su posición de dominio como compradores (a los productores) y de comercializadores (de cara a los consumidores) para obtener sustanciales ganancias.

¿Y que hace que existan importantes diferencias entre valor de producción y el precio de ventas? Existen multiplicidad de factores que hacen que el precio de un producto (desde su origen hasta que se pone a la venta) se incremente de manera muchas veces alarmante. Uno de esos factores está ligado a las decisiones de quienes son los Formadores de Precios.

Describir y ponerle nombre y apellido a los “formadores de precios” no es una tarea sencilla, el pseudo anonimato es uno de los principales atributos que les permite pasar desapercibidos, tienen la ventaja de poder salir airosos del dedo señalador de quien desea responsabilizarlos de los aumentos de precios ya que siempre pueden hacer responsables a otros factores y sectores (estacionalidad, políticas de exportación, costos de transporte, etc., etc.), son como un camaleón que cambia su color para pasar inadvertido.

En este punto es importante entender que, la mayoría de las veces, el productor no está en condiciones de influir sobre las decisiones de los formadores de precios. Quien produce, muchas veces, se vuelve cautivo de la situación y solo puede pretender que lo que produjo se venda (aceptando las condiciones impuestas por los formadores de precios)

¿El formador de precios es el villano de la película? No siempre. En un sistema de demanda y oferta el que ofrece tiene la posibilidad de influir sobre el precio (incrementándolo o disminuyéndolo) para (*):

• Lograr obtener las ganancias que considera adecuadas para su actividad

• Obtener una mayor cantidad de clientes (cuota de mercado) reduciendo el precio y sacrificando parte o toda la ganancia que le genera un producto (durante un tiempo determinado) y de esa manera ganar nuevos clientes que luego buscará que se transformen en clientes cautivos ofreciendo: compras en cuotas, tarjetas de crédito, descuentos exclusivos, etc.

• Competir con uno o varios comercios/actividades que ofrecen el mismo producto reduciendo el precio del producto (sacrificando parte o toda la ganancia durante un determinado tiempo) con la simple finalidad de competir o incluso para buscar reducir la cantidad de competidores (incluso hasta eliminarlos)

• Reducir los precios para mantener la actividad.

• Etc.

No siempre los motivos son completamente mezquinos ni tampoco son desinteresados (las actividades comerciales buscan obtener ganancias), pero no cabe duda que el formador de precios tiene el poder de afectar a competidores y a consumidores por igual. Los consumidores pueden beneficiarse con esta competencia pero muchas veces sucede que, una vez que los formadores de precios monopolizan una actividad, los consumidores se ven obligados a pagar los precios que ellos fijan sin poder elegir donde comprar.

¿Cuál es el rol del consumidor en esta ecuación? El comportamiento y los hábitos de compra del consumidor son fundamentales. Quienes compran tienen el poder de afectar las decisiones del formador de precios (favoreciéndolo o perjudicándolo) ya que al elegir dónde comprar están inclinando la balanza para que algunas de las situaciones que se exponen en el párrafo anterior surtan o no efecto. Quien compra debería saber lo que se pone en juego cuando elige dónde comprar, que comprar y a que precio. No es solo un comportamiento o decisión individual, es un comportamiento de consumidor como sociedad.

Estas cuestiones no son ajenas a muchos de nosotros. Durante mucho tiempo los hábitos de consumo consistían en buscar el precio más barato que había en distintos comercios pero con la particularidad de solo comprar ese producto en específico. Era bastante conocida la estrategia de algunos comercios de abaratar el precio de algunos productos en particular y aumentar el precio del resto, de esta manera el comercio obtenía considerables ganancias con muchos productos sacrificando lo ganado (o incluso perdiendo) en algunos pocos.

Hoy nuestros hábitos de compra (con la presencia de actores que apuntan a mercados masivos) hacen que muchas veces terminemos aceptando las reglas de juego que imponen los formadores de precios comprando absolutamente todo en el mismo lugar (por rapidez, sencillez o simplemente por hábito).

Sería interesante analizar si es posible recuperar los viejos hábitos de compra tratando de ejercer algún tipo de límite sobre los comportamientos de los formadores de precios que, además de verse favorecidos, terminan perjudicando a aquellas actividades o comercios que NO son formadores de precios sino que se ven obligados a reducir los precios y ganancias para mantener su actividad.

Algo similar les ocurre a los productores quienes además no tienen capacidad para vender sus productos directamente al consumidor por lo que las empresas formadores de precios (e incluso países o comunidades económicas) que tienen la infraestructura para hacerlo (capacidad económica, sucursales, bocas de expendio, lugares de almacenamiento, empleados, medios de transporte, potenciales clientes, etc) ejercen el rol de controladores de precio imponiendo a los productores las reglas de juego que más les conviene (muchas veces teniendo como principal o única prioridad incrementar las ganancias.)

¿Pero, estos “monstruos” formadores de precios, son siempre los responsables de la situación? ¿Qué sucede cuando decidimos cruzar la frontera para comprar en nuestro vecino país? ¿Un país puede ser formador de precios? ¿Pensamos las consecuencias que acarrean a los comercios locales por comprar en el exterior? ¿En las localidades fronterizas el estado debería establecer políticas impositivas especiales, como las de Tierra del Fuego, para poder proteger las actividades comerciales de este lado de la frontera?

Como en la nota anterior vuelvo a remarcar el rol del Estado, en este caso considero que su intervención debe hacerse a través de mecanismos de control que eviten que los formadores de precio hagan uso y abuso de su rol perjudicando el circuito comercial de una región o incluso de una localidad. La ausencia del estado en el cuidado de los intereses de las economías regionales sigue siendo una materia pendiente que no puede permanecer así por mucho tiempo más ya que afecta directamente a las sociedades que la integran.

¿El estado puede regular/monitorear la cantidad de actividades comerciales que ofrecen los mismos productos en una localidad teniendo en cuenta, por ejemplo: la cantidad de habitantes de una localidad, densidad de población, distribución geográfica, nivel socioeconómico, población económicamente activa, edad, gustos, etc?

¿En cuántas porciones se puede repartir una torta para que todos puedan comer? La solución más sencilla seria tener menos invitados pero otra posible solución sería agrandar la torta para que todos puedan obtener una porción que les resulte más atractiva y que quieran volver a comer.

Este análisis no se aplica a cualquier actividad comercial y no deseo estigmatizar a ninguna en particular. Las reglas de oferta y demanda existen desde hace varios siglos, el enfoque busca exponer comportamientos bastante comunes en este tema.

(*) (http://www.diarioandino.com.ar/diario/2016/07/08/como-se-articulan-los-engranajes-de-la-demanda-la-oferta-y-la-funcion-social-en-nuestro-pueblo/ )

 

 

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