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ESPECIAL PARA DIARIOANDINO

"La Felicidad"

En esta entrega Ale the Rose comparte una reflexión tan hilarante como profunda, donde incluye a Palito Ortega, Juanse, Charly García, la ONU, Finlandia, y el deseado “lugar al que hay que llegar”.
18/05/2018
"La Felicidad"

Ayer por la mañana, al fin fría como deben ser las mañanas en esta época, sentado frente a la compu en la oficina y aún somnoliento, en ese estado en el que cuesta definir si se está consciente o todavía bajo los poderes de Morfeo, me dispongo a leer las (des) informaciones nuestras de cada día.

La noticia asalta la pantalla. Veo una imagen que bien podría ser, indistintamente, parte de un sueño o tranquilamente una pesadilla, según quien vea. Parados en un escenario formando coro, se observa un plantel incomprensible hasta para el más optimista de los optimistas, micrófono en mano, cantando al unísono y felices. Ahí están a saber: Lali Espósito, Juanse (en su actual modo predicador evangélico), pegadito a él, Axel y enseguida Iván Noble y Emanuel Ortega; la escena sigue con Rosario Ortega, Juliana y Ale de Miranda!, Daniel Agostini, Elena Roger, Juan Quieto y Nicolás Giorgetti de Los Totora, y claro, Jimena Barón que hoy en día aparece en todos lados, sea vestida o no.

Lo suficientemente cerca pero a la vez prudentemente lejos, Charly García, con movimientos más aceitados al caminar, sigue la escena con atención, mientras que por suerte más lejos, Pedro Aznar y Nito Mestre formando parte de una larga como ecléctica lista de invitados a la fiesta inolvidable que, la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (CAPIF), organizó en honor a Palito Ortega. Muchacho como él, mezcla entre Capitán Escarlata y Dorian Grey que, aparte de llenar de títulos populares y de cancha el cancionero popular argentino, fue el responsable de “La felicidad”.

 Ja ja ja ja…

 Y a raíz de ese título, referente de aquel cancionero, es que me quedé pensando en aquello que se celebró el 20 de Marzo pasado y que se celebra desde el 2013, cortesía de la ONU, como Día Mundial de la Felicidad.

Sí. Leíste bien: Día mundial de una materia tan deseada como inestable y volátil al mismo tiempo. Y me pregunto quiénes serán los que deciden que tal o cual día sea el afortunado y galardonado como día mundial. Porque alguien lo debe decidir y no sé si el fulano tendrá en cuenta el tema de la superposición de fechas, ya que hay varios días como estos, y que existe un Santoral Católico y otros tantos que tienen ocupado el calendario con festejos varios.

Pero bueno, sea como fuere, este Día Mundial de la Felicidad, versión 2018, vino a festejarse algunos días después del Día Mundial del Sueño, entonces otra pregunta que me surge es por qué no hay un día del Insomnio y otro de la Tristeza, que también son estados tanto o más populares que aquellos y representan a muchos, pero muchos seres humanos.

 Seguramente la respuesta a mi pregunta sea obvia, y es esa regla implícita que reza que es mejor festejar el lado luminoso de la vida ya que, de esa manera, se le está haciendo honor al lado oscuro, que, como el de la luna, aunque no lo veamos siempre está.

Más allá de todo esto, montones de artículos en diarios digitales se la pasaron ocupando pantallas “rankeando” a aquellos países más felices desde el primero al último en una selección de 156 naciones aspirantes a “happy country”. Y, como pasa año tras año desde que esto se instrumentó, en lo más alto del podio aparece alguno de esos países nórdicos/escandinavos, con lo cual la noticia se suele acompañar con imágenes de algún grupo de felices tortolitos brindando y riendo en un jacuzzi rodeado por la nieve en un paisaje de ensueño (no muy distinto a lo que por estos sures se ofrece).

 Este año el primer puesto fue para Finlandia, seguido de cerca por Noruega y Dinamarca subiendo al podio (país que, aunque no lo crean, hasta tiene un Instituto de la Felicidad).

 Después siguen Islandia, Suiza y Holanda y, dentro de los diez primeros lugares, aparecen esos misterios eternos que son Nueva Zelanda y Australia, que la verdad sólo escucho de ellos cuando se va a filmar una nueva saga de Tolkien, se inicia la temporada de Fórmula 1 o AC/DC anuncia una nueva gira, aunque ahora ni siquiera eso.

Y te estarás preguntando por nosotros, y ahí aparecemos, más abajo, donde se consigna que la Argentina (que por estos días emite grandes dosis de pena y descontento por tantos días corridos de corridas cambiarias para que nada cambie) está en el puesto 29, por detrás de los centro y sudamericanos Costa Rica, México, Chile y Brasil.

A la vez todos nos preguntamos, ¿qué es exactamente y de qué depende la felicidad?

¿Será eso que a los pies del Himalaya muchos años antes de Cristo enseñaba Buda Gautama, diciendo que no hay un camino hacia la felicidad: la felicidad es el camino?

 ¿O tal vez aquello que cantó Lennon de que la felicidad es una pistola caliente?

 ¿Tal vez sean las palabras que mi viejo decía sobre que la plata no hace a la felicidad, pero…cómo ayuda?

 ¿O como definió ese escritor del libro “El Club de la Pelea” (también gran película), sobre que la felicidad es difícil de demostrar porque para diferenciarse de la desgracia, ésta no deja cicatriz?

 No sé, tal vez la clave no esté en el concepto de felicidad que tengamos, sino más bien en la cantidad de optimismo con el que llenemos nuestro vaso diario.

Pero tengo que confesar que hay días en que miro el mío y está casi vacío y no, no me funciona eso zen de pensar que en realidad está casi lleno.

Como sea, estuve leyendo informes por algunos sitios, pero hubo una nota en particular en el New York Times, donde un tal Kristof trata de aclarar eso de que el año pasado, ese 2017 tan raro, haya sido el mejor año de la humanidad.

Basa su aclaración y justificación en datos interesantes que no manejamos a diario, pero lo que todos sabemos es que el mundo se está cayendo a pedazos, que en cualquier momento se pueda desatar una guerra nuclear entre Estados Unidos y Corea del Norte, las espantosas guerras en Siria, los atentados en París, España, Londres, New York, las atrocidades en Birmania y en la Franja de Gaza y un presidente de Estados Unidos que podría estar enloqueciendo, si es que ya no enloqueció.

Con todo eso tenés para asegurar que 2017 fue el peor año de la historia. Pero este tipo recopiló datos que muestran que hay cosas que están saliendo bien. Optimismo “seteado” al 100%.

 Y está bueno eso, porque por más que sepa que Donald anda suelto y puede llegar a arruinarlo todo en cualquier momento o que Cristina también está suelta (todavía) y con ganas de volver, ¿por qué tendría que ponerme a pensar en cosas tan desagradables? Lo único que gano es abrirle la puerta al espíritu de lo apocalíptico cuando, en realidad, puedo ir por la vida con el ringtone de “Happy” de Pharrel Williams en el celular y pasarla mejor.

 En cualquiera de los casos, algo de todo esto queda más o menos claro: la felicidad generalmente sabe estar, indefectiblemente, en otra parte. Allá adelante, bien lejos. En un lugar al que hay que llegar.

 Pero tené en cuenta que sólo vas a llegar, si ese vaso diario del que te hablaba hace un rato, lo tenés lleno de optimismo, para que así y todo una vez que llegues, todo pase a depender de que alguien o algo te abra o no la puerta para entrar.

Ale The Rose

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