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“La negación como mecanismo de defensa”

La columna de la Psicóloga Violeta Paolini, hoy a las 12 por FM Andina.  
20/05/2022
“La negación como mecanismo de defensa”

Hoy vamos a retomar un texto de Freud que data de 1925, dado que tiene absoluta vigencia.

Se trata de un mecanismo de reacción o defensa ante la castración, y lo que Freud ubica allí es que el “no” precede a la afirmación del enunciado que sigue, poniendo por ejemplo en relación a una sesión en la que el paciente asociando a partir de un sueño dice: no pensará usted que se trata de mi madre, es entonces cuando nos enseña que efectivamente la negación redobla ese dicho. Hablamos siempre de la letra de un analizante en análisis.

Eric Laurent retoma el tema en su trabajo titulado “El revés del trauma” plantea que:

“En 1926, cuando modifica el sentido del “trauma de nacimiento” de su antiguo alumno Otto Rank, Freud trae las concepciones energéticas que precedentemente había encarado para ocasiones de angustia ante pérdidas esenciales. Freud distingue la angustia sentida en el momento de nacer y la que surge, propiamente hablando, del trauma de la pérdida del objeto materno. Freud osa hacer de la pérdida necesaria de la madre, el modelo de todos los otros traumas. Es sobre este fondo que es necesario entender el aforismo que figura en un texto casi contemporáneo, el texto sobre “La negación” de 1925, donde el objeto no ha de ser encontrado sino siempre “reencontrado”, siempre encontrado sobre el fondo de una pérdida fundamental”.

¿Hoy podríamos pensar a los llamados “negacionistas” en este punto?

 “Lacan mostró que la tesis de Freud puede formularse así: venimos al mundo con un parásito que él nombra el inconsciente. En el momento mismo en que aprendemos a hablar, hacemos la experiencia de algo que vive de otra manera que el viviente, que es el lenguaje y las significaciones. Es en el mismo movimiento en el que comunicamos nuestras experiencias libidinales, que hacemos el descubrimiento de los límites de esa comunicación: el hecho de que el lenguaje es un muro. Si no estamos demasiado aplastados por el malentendido, llegamos entonces a hablar; pero, entonces, hacemos la experiencia de que no saldremos más del lenguaje.

En el borde del sistema del lenguaje un cierto número de fenómenos clínicos dan cuenta de la categoría de lo real. Estos fenómenos están a la vez en el borde y en el corazón de este sistema del lenguaje. El trauma da cuenta de una topología que no es simplemente de interior y exterior. El trauma, la alucinación, la experiencia de goce perverso son fenómenos que, se puede decir, tocan lo real. La neurosis también experimenta momentos de angustia que le dan una idea de esos fenómenos y la arrancan de su tendencia a considerar la vida como un sueño.

Pero el traumatismo de lo real puede comprenderse en otro “sentido”, el que desarrolla J.-A. Miller en su comentario de la última enseñanza de Lacan. Las relaciones del Otro y del sujeto pueden ser también tomadas al revés. Hay simbólico en lo real, es la estructura del lenguaje, la existencia del lenguaje en el cual está tomado el niño, el baño de lenguaje en el cual cae. Es este sentido, es el lenguaje que es real o, al menos, el lenguaje como parásito fuera de sentido del viviente.

El psicoanalista puede entonces calificarse como un trauma “suficientemente bueno”, porque él “empuja” a hablar. ¿Cómo osar enunciar una semejante proposición? … En este sentido, el analista es un partenaire que traumatiza el discurso común para autorizar otro discurso, el del inconsciente. No es el analista como “héroe hermenéutico”, es más bien el que sabe que el lenguaje, en su fondo más íntimo, queda fuera de sentido. Sabe que “el lenguaje es un virus” como lo dice el título de una canción de la performing artist Laurie Anderson.

Por la posición que el analista ocupa, es el garante del surgimiento del inconsciente que emerge siempre en su dimensión de ruptura con el sentido establecido. Como Otro discurso, está consagrado a una posición non-sensical, es un partenaire anti-hermenéutico, como los héroes de Rainman o de Forrest-Gump. Es aquél que sabe que el lenguaje funciona como la repetición insensata del “run, Forrest, run! que escande el film, corre con el sujeto contra el sentido.

En la primera posición, la de una reparación del sentido, el analista es más evidentemente terapeuta. Pero en la segunda posición, percibe el sentido mismo como un objeto peligroso. Pude producir “overdoses” que lo vuelven inoperante. Es así imposible de interpretar más las “arañas” de Louise Bourgeois más de lo que ella mismo lo hizo. Tendrá entonces el analista que medir, para cada sujeto, hasta donde él puede presentar los dos polos de su acción. Depende evidentemente de los “traumas” exteriores que el analizante padeció. Pero es necesario que el analista sepa que no puede reducir su posición a la de un dador de sentido, o a la de aquel que restituye el sentido reprimido.

Con los filósofos del lenguaje y contra las aproximaciones cognitivistas, sabemos que el lenguaje hace otra cosa que codificar una experiencia del viviente. No es un código más en la multiplicación de códigos sensoriales, el código de la visión, de la audición, del afecto, etc. Pero, a diferencia de la aproximación filosófica de la relación intersubjetiva que puede tener un filósofo americano contemporáneo como Donald Davidson, el psicoanalista sabe que no es un “mundo común” y compartido que es la referencia última del lenguaje. Lo que nos es común es más bien la referencia al trauma lenguajero, lo que realmente hace obstáculo a la constitución de un mundo. Lo que es común a toda relación intersubjetiva es la no existencia de relación sexual, falla en la cual vendrán a inscribirse los objetos fragmentados del goce.

Si conjugamos estos dos sentidos del trauma, el trauma es más un proceso que un acontecimiento. Acompaña para siempre al sujeto.

Hay que tener juntos los dos puntos de vista sobre el derecho y el revés del trauma, que escribimos con J.-A. Miller:

Es lo que hace la originalidad del psicoanálisis en el conjunto de las terapias del trauma por la palabra. El recurso generalizado a las psicoterapias post-traumáticas, propias de nuestra civilización nos da nuevos deberes y nuevas responsabilidades. Es la ocasión de hacer oír la singularidad del discurso psicoanalítico en una experiencia clínica compartida”.

Abro así dos varias vertientes a la conversación: la negación, el revés del trauma en tanto somos seres hablantes, la posición del analista y la responsabilidad subjetiva, no sin los otros.

En esos términos ese “no sin” redobla la importancia de la afirmación, si somos freudianos, por lo cual me interesa articular algo que se presenta en la clínica actual, como cuestión de estructura psíquica y lazo social.

Los esperamos con sus mensajes en la radio, gracias!

Violeta Paolini

 

 

 

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