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LA COLUMNA DE "BASTA DE FARSA"

"Silencio Absoluto"

Tras su regreso a la radio, Ale the Rose retoma su columna en Diario Andino con una reflexión sobre el silenci, y sobre la canción “Los sonidos del silencio” de Simon & Garfunkel. Escuchalo el sábado de 10:00 a 13:00 por Fm Andina.
13/04/2018
"Silencio Absoluto"

“Hola diario, hola radio, mi viejos amigos, acá estoy, viniendo otra vez para hablar con ustedes”, voy cantando bajito mientras abro la computadora dispuesto a preparar el próximo programa y la nota para el diario. Y sí… también oscurece más temprano. Y hay que prepararse porque van a ser tiempos en los que mejor contar con viejos y nobles amigos cuando casi el único calor disponible vendrá no sólo de estos afectos más cercanos sino de combatir al frío con lo que tengas a mano.

 Y una vieja amiga es la canción que habla de calles empedradas, de visiones que se cruzan por la cabeza y que se arrastran suavemente, de miles de personas conversando sin hablar y de dioses de neón. La canción es “Los Sonidos del Silencio” y fue incluida en el álbum debut de un, por aquellos tiempos, poco conocido dúo semi folk con el nombre de Simon & Garfunkel. Poco y casi nada pasó con el tema en 1964, pero entonces un año después a su productor Tom Wilson se le ocurrió agregarle bajo, guitarra eléctrica, batería y banda de fondo a la delicada armonía acústica. Y listo el pollo…! Tenemos un Nº 1.

El productor se mandó de callado y nadie les adelantó ni a Paul ni a Art del retoque al tema. Al principio no les cayó nada bien y hasta se enojaron bastante, pero se les pasó rapidito el enojo cuando recibieron el primer cheque de las regalías. Y así la extraña paradoja de una canción sobre el silencio convirtiéndose en himno generacional y número uno sólo después de volverse ruidosa.

 Y ahí estoy, silbando bajito las estrofas mientras espero que las musas me invadan para el próximo programa y para esta nota en el diario. Abro los portales de noticias y paso de largo la espantosamente ruidosa sección de noticias nacionales y me llama la atención una de esas notas de divulgación científica, siempre interesantes, que tiene que ver, justamente, con el silencio ganándole al sonido y a la furia.

 Pero la noticia que encuentro, me ofrece el consuelo y un esperanzador oasis sobre la existencia del lugar más silencioso del mundo. Lugar que no queda en un monasterio budista perdido en el Tíbet o en el fondo del océano, sino en el Edificio 87, ahí en el campus que tiene Microsoft en Redmond, Seattle. Se llama cámara anecoica (¿?), nombre rarísimo con el que bautizaron a esta sala que absorbe el 99,99% de los sonidos. Y, dice la nota, que ahí adentro se alcanzan sin pestañar los -20 decibeles, y como para tener idea o referencia conviene saber que el sonido de dos átomos al rozarse es de -23 decibeles, es decir la nada misma.

 Ahí adentro, paredes insonorizadas me recuerdan a una especie de versión high-tech de aquellos garajes o piezas del fondo acondicionadas a base de gomaespuma y/o cajas de huevos para la gloria de una posible y futura estrella fugaz de rock haciendo un cover de por ejemplo, “Los Sonidos del Silencio”.

Y sigue la nota diciendo que al cerrar la puerta primero se toma conciencia absoluta de la música de tu propio cuerpo (la respiración, latidos, el tragar saliva, pulso y demás sonidos propios) y que a los cinco minutos aproximadamente se pierde el equilibrio.

 La persona que más tiempo “aguantó” ahí adentro alcanzó los cuarenta y cinco minutos de silencio absoluto. Después de eso hubo que entrar corriendo y rescatar al pobre cristo porque empezaba a convulsionar a punto de volverse loco, como si hubiese escuchado de pronto el tronar de la voz invisible de Dios como en el Antiguo Testamento.

Así y todo pienso, quien le quita lo silenciado al tipo ¿no?.

Y se me hace agua la boca pensando en que ahí adentro no se oyen tantas cosas como las que hoy en día no pueden dejar de oírse. A saber... el tránsito impresentable, lloroso y lastimoso de una tal Natacha Jaitt con esa apariencia andrógino-circense por cuanto programa des-informativo hay en pantalla.

 Gente “como uno” repitiendo así como en trance que llevaba décadas viviendo bajo la opresión populista. Las cada vez más expuestas “canciones” de mierda en las playlists de algunas radios vernáculas y nacionales con tratamiento de gran noticia en sus lamentables programaciones. Los interminables y folclóricos cortes de rutas por aquí y por allá nuestros de cada día.

Las visitas a la corte sin remera gris y sí con traje, de ese ser con cara de pocas luces (alias genio iluminado) llamado Mark Zuckerberg tratando de “explicar” las dudosísimas razones de como Facebook recolecta datos de sus usuarios. El desenfrenado baile de cifras de los asistentes a las múltiples manifestaciones en Capital Federal según quién cuente y desde dónde lo haga. Los debates televisivos - jurídicos por sentencias esquivas y caprichosas para políticos-presos-políticos que entran y salen y vuelven a entrar para volver a salir. No como Lula que entró, pero capaz sale. Los alaridos desenfrenados en emisiones de tertulias político-televisivas cada vez más largas y patéticas. La polémica casi de política de Estado acerca de la permanencia o no de Higuaín en la Selección Nacional. Las bocanadas y bravuconadas de tono revanchista de muchos de los horrendos y corruptos personajes del sector más corrupto del ex Partido Pseudo Popular que no pueden contenerse y muestran su espantosa hilacha más gruesa que una soga.

Y uffff...ok. A los cuarenta y cinco minutos de silencio absoluto, te decía, te volvés loco. No podés soportarlo. Entonces yo, orando tibetanamente por una tercera opción más allá de la de kirchneristas en decadencia o la de macristas aumentistas, firmo por entrar media hora y que me saquen a tomar un poco de aire, comer un poco de bochinche, y de nuevo adentro por otros 30 minutos. Y así, entrando y saliendo y entrando y volviendo a salir, hasta que, como en esa canción de Simon & Garfunkel, ya nadie se atreva a perturbar el sonido del silencio. Para decirlo más claro y no tan diáfanamente, que cierren la boca y se callen todos de una puta vez.

 Pero Todos, eh!

 Ale The Rose

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