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LA CÁTEDRA DEL ROCK

Paul está vivo

En una especie de "vuelta a los orígenes", Ale The Rose nos lleva de viaje por el mítico disco de Paul McCartney, "Chaos and Creation” .
01/06/2018
Paul está vivo

¿Y si escribís algo que tenga que ver con la música? La pregunta salió de la boca de un compañero de trabajo así como quien pide permiso. Y me dije, ¿por qué no? Después de recorrer un camino de notas llenas de teléfonos celulares, películas ingrávidas, redes insociales y haber llegado una de estas noches a casa, recostarme plácidamente, Jack en vaso, me dispuse a escuchar uno de los discos que más festejé en su momento y seguiré disfrutando y claro,…a escribir.

Y muy por el contrario de lo que se viene sosteniendo desde que tengo uso de razón, ese tipo que alguna vez fue la cuarta parte de una nave todopoderosa e indivisible, ese tipo llamado Paul McCartney no está ni física ni artísticamente muerto. Paul está vivo.

Y si lo estará. Más después de escuchar aquel 2005 por primera vez “Chaos and Creation in the Backyard”. Y ok, recuerdo haber ido con miedo a comprar el disco, temía encontrar ahí viejos tumores. Encontrar ese optimismo estúpido y automático con los dedos siempre en V, esa sencillez sofisticada o esa compleja simplicidad, esas tontas canciones de amor inteligente, o esa cosa compulsiva y hasta masoquista de querer gustarle hasta a los que no lo soportaban. Y fue todo lo contrario. Al fin, Paul se mostró oscuro, cansado, triste y hasta muy enojado con su entorno (les recomiendo escuchar el tremendo “Riding to Vanity Fair”).

Pero a no equivocarse tampoco: aquella, para mí, nueva resurrección de Paul (método cada vez más utilizado por las discográficas de los rockeros clásicos para poder vender más sus discos) no tiene nada que ver con el ya habitual piloto automático de los Rolling Stones. Tampoco es una reinvención estética como la de tantos otros viejitos que dan vueltas por el mundo. A ver, lo voy a decir de esta manera: los discos de Paul McCartney fueron por muchos años como una especie de cocktails por la tarde del careta de Clark Kent mientras que “Chaos and Creation” revela lo que piensa Superman durante sus solitarias fiestitas en Kripton. Ponele.

Y está claro que si ser Messi no debe ser fácil, ser Paul McCartney menos que menos. Alguien que a los treinta años ya había alcanzado todo y más. El techo de su genio y de su fama y que hasta hoy en día, montando giras nostálgicas y misteriosas de recaudaciones multimillonarias, digo, no sólo es perseguido por el fantasma de Los Beatles sino, también, por el de John, Linda y George. Ah…y también por su propio fantasma. Por el fantasma del Paul que alguna vez fue, es y será. De todos ellos y de todo este asunto habla, medio de encubierto es cierto, “Chaos and Creation”. Con una foto de él siendo pibe y tocando la guitarra en la tapa del disco y con una primera canción, “Fine Line”, que si me apurás un poco es lo peor del disco pero que funciona como enganche medio tramposo. Algo así como si nos dijera “acá tenés esta típica cancioncita McCartney, más parecida a la Electric Light Orchestra que a otra cosa y es lo que ustedes esperaban, no?”.

Bueno, no.

 Porque después, enseguida, con “How Kind of you”, el disco cambia. Y cambia mucho y para mejor, sin dejar de ser un Paul legítimo, pero cambiando esos innecesarios lugares comunes. Aquello que ya había anunciado con la desgarradora balada “From a Lover to a Friend” en su anterior disco “Driving Rain” (aquel disco también raro pero no tan malo del 2001 arruinado por la  espantosa como prescindible canción “Freedom”, sobre los atentados del 11 de septiembre). En “Chaos and Creation”, Paul homenajea muy bien y musicalmente fino, a George Harrison  en “Friends to Go” y también a Lennon en “Follow me” y se burla genialmente de sí mismo y de los que se burlan de él por ser tan inglesito en “English Tea”.

 Párrafo aparte y en modo honrarse a sí mismo, la tremenda “Jenny Wren”, canción que para mí, lo dije muchas veces en la radio, es como la hija de “Blackbird”, pero que es todavía mejor y mucho más madura y sofisticada. “Too Much Rain” podría ser tranquilamente resultado de las sesiones de “Let it Be”. “A Certain Softness” aporta algo así como un momento latino, “At the Mercy” es casi una paradójica canción de cuna media funeraria. “Promise to you Girl” es el infaltable rockito de Paul, alegre pero teñido por una tristeza  que la hace mucho más interesante y dolorosa. Después sigue con la desesperada y muy otoñal (como estos últimos días) “This Never Happened Before”, donde el tipo le canta al amor que llegó tarde.

 Y todo esto desemboca en la final y casi épica “Anyway”, donde nos vuelve a recitar el sermón de la morsa diciéndonos: “Sólo el amor es lo suficientemente fuerte”, pero esta vez como quien no quiere convencer absolutamente a nadie. Como si de estar cansado de ponerse a jugar con música ambient, techno, disco, retro, o con lo que venga, Paul se resignara solamente a jugar con McCartney. Como si dijera: “Ok, esto es lo que hay... y si no les gusta, lo lamento”. O quizá mejor: “Saben qué? No lo lamento nada”. “Chaos and Creation” es el disco de alguien que se cansó de pedir perdón, de pedir permiso y de pedir….

Y que por suerte decidió dejar de pedir.

 Hay que decirlo, gran parte del magnético atractivo de “Chaos and Creation” cae en la producción de un tipo recomendado por el gran George Martin. Un tal Nigel Godrich. Un chico joven y talentoso, responsable de, entre otros, Radiohead, Beck, Travis, y la lista sigue. Dicen, el chico lo tuvo cortito a McCartney y lo hizo trabajar a pleno. Hay por ahí adentro de esa caja de Pandora llamada Youtube un video del DVD que sacó en su momento como una Edición Especial de “Chaos and Creation” (totalmente recomendable, mirálo al final de esta nota) donde se puede ver esta relación que duró como dos años en los estudios y muestra a un Paul abierto, feliz por momentos y dispuesto. Y ahí se lo ve a este pibe Godrich hasta por momentos como intimidado por estar trabajando con una leyenda. Y lo que hizo Godrich estuvo genial: obligó, ni más ni menos que a Paul McCartney, a dejar de lado a su, para mí insoportable, banda de garage de lujo (el pibe dijo que no quería que Paul tuviera chupamedias a sueldo) y a tocar casi todos los instrumentos él solo.

 El resultado? Un sonido parejo en todo el disco que acaba escuchándose como una sola canción larga mejorando cada vez que lo volvés a escuchar y la voz de Paul, que lógicamente ya no es lo que era, bien al frente y, por momentos, quebradiza y sin maquillar. Y eso me hace recordar con alegría, por decir algunos, varios de sus mejores y gloriosos trabajos: “McCartney” de 1970, el insuperable y mi preferido “Ram” de 1971, “Wild Life”  también del ‘71 y a “McCartney II”  de 1980; y se va bien lejos (a Dios gracias) de las superproducciones de “Band on the Run”  de 1973, “Tug of War” del ‘82, “Flowers in the Dirt” de 1989 y, tengo que decirlo, del formidable “Flaming Pie” de  1997.

Pero, a la hora de la verdad, este “Chaos and Creation” poco tiene que ver con ninguno de aquellos. Porque esos que les nombré son discos felices y éste no es que sea exactamente triste pero, sí, sin dudarlo, melancólico.

 Y como dato, Paul McCartney cumplió, en aquel 2005, esos 64 años a los que alguna vez siendo Beatle les cantó disfrazado de músico de banda de corazones solitarios. Teniendo en cuenta eso y a la oscura luz que nos dió (y nos sigue dando) “Chaos and Creation”,  la respuesta a aquella pregunta que hizo en “When I’m Sixty Four” es que, sí…

 Te seguimos necesitando Paul.

 Ale The Rose

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