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MEMORIAS

La Historia de Jean Pierre: La 9na. temporada invernal, la muerte del padre y la Asociación Cerro Bayo (Cap 22)

En esta entrega Jean Pierre Raemdonck escribe sobre el invierno de 1986.
23/05/2021
La Historia de Jean Pierre: La 9na. temporada invernal, la muerte del padre y la Asociación Cerro Bayo (Cap 22)

En esos días de mayo de 1986, recibíamos inquietantes noticias sobre la salud de mi padre. Nos pedían a Michel y a mí que viajemos. Acá, se acercaba el invierno y no podía arriesgar que la montaña no esté lista para el próximo invierno. No podía viajar antes de septiembre. Mamá entendió la situación. También tenemos que tener en cuenta que en aquella época no se viajaba tan fácilmente.

Bernadette escribía: “Por ahora, tenemos un tiempo bastante frío. Me estoy preguntando qué clase de invierno tendremos”

Pregunta que se repitió cada año, y especialmente ese año de 1986, después del invierno anterior sin nada de nieve, no sabíamos todavía que sobre cinco inviernos, se estima que dos temporadas son excelentes con mucha nieve, una es desastrosa sin nieve y las dos restantes son regulares con un mínimum de nieve para esquiar.        

“Próximamente iremos con los chicos a Zapala hacer el montaje de un pequeño telesquí. En el regreso pasaremos a comprar unos árboles en el vivero de la familia francesa “de Larminat”.

Esta familia forma parte de los verdaderos pioneros de la Patagonia del principio del siglo XX. Sus antepasados, los hermanos Jacques, Étienne y André llegaron en 1909. Originarios de una familia de la alta burguesía francesa, habían elegido la Argentina por sus riquezas y su desarrollo. En 1900, la expresión proverbial francesa era “Rico como un Argentino”. El libro “Vie et Moeurs à la Plata” escrito por Emile Daireaux en 1888 entusiasmaba los franceses a emigrar hacia este paraíso. Era la época de las Colonias durante la cual muchos europeos se expatriaron. Pero hubiera sido más cómodo instalarse en la rica Pampa que en la Patagonia. En 1900, los transportes se hacían con carretas tiradas por bueyes o caballos, los bandoleros aprovechaban la falta de policía en estas regiones, parecida en aquel entonces al “Farwest” de los Estados Unidos. Construir, producir, comercializar, etc., eran verdaderos desafíos. Pero en 1914, los tres hermanos, verdaderos patriotas franceses no dudaron en dejar su estancia para ir a defender Francia de la invasión alemana. André no volvió, fue abatido por los alemanes en 1915, a la edad de 22 años. Una cruz sobre una loma de la estancia recuerda su sacrificio. El nieto de Santiago (Jacques) de Larminat, Miguel de Larminat, cuenta magníficamente la historia de sus antepasados en la tierra patagónica. Una magnífica obra literaria histórica, llena de fotos y hermosos dibujos de su abuelo. Un relato  que vale la pena leer.

 

 15 de mayo de 1986 

Don Felipe Sapag en el 54° cumpleaños de Angostura.
Miguel Martínez, Horacio Mazza, Jean-Pierre y Hugo Gómez durante las festividades.

Después del 54° aniversario del Pueblo, el 6 de junio Hélène festeja en compañía de 18 de sus contemporáneos sus tres años.

Reunión de la nueva generación angosturense.

Este mismo fin de semana, tuvimos la sorpresa de la llegada inesperada de una máquina pisanieve fabricada en Buenos Aires por nuestro amigo Teddy Furlong. Conocíamos su espíritu colaborador, pero no podíamos imaginar tal sorpresa. El chofer del camión, llegando a Villa La Angostura, averiguó como llegar al Centro de Esquí. Un poblador le indicó mal, indicándole el camino que sube a la casa del Conde de Chateaubriand. El camión subió por este camino angosto, hasta que al final, llegando al chalet del conde, en un lugar más estrecho todavía y muy inclinado, tuvo que parar sin posibilidad de regresar.

Sigue contando Bernadette: “Pueden imaginar, un camión semi remolque allí a la entrada del chalet del Conde de Chateaubriand, sin poder maniobrar para regresar. Cuando nos avisaron ya era noche. A las 20 horas, Jean-Pierre salió con dos hombres en el jeep, con herramientas, cables, aparejos, etc., para hacer la maniobra sin hacer demasiados daños al jardín del chalet. Después de varias horas de trabajo lo lograron y el camión llegó al refugio. El lunes descargaron con dificultades la máquina. Estaba helando y el motor del pisanieve no arrancaba. El martes llegó Teddy Furlong para probar su prototipo en la nieve”.

 

Por no tener nieve en Buenos Aires, Teddy había probado la máquina sobre el pasto, lo que no es lo mismo que la nieve y se dio cuenta del peso excesivo de su máquina en relación al ancho de las orugas. Nuestro buen amigo había puesto toda su buena voluntad y capacidad de ingeniero mecánico en este prototipo. No nos quedaba más que agradecerle su trabajo y los gastos que le había ocasionados. Por suerte, la máquina tuvo un mejor destino en su estancia donde dio un buen resultado como tractor en los días de muchas lluvias cuando los vehículos se quedan empantanados en el barro. A pesar del incidente, Teddy no dejó nunca de colaborar con el Cerro Bayo y cada invierno su numerosa familia nunca faltó en las pistas del Cerro. 

Ya habían empezado las grandes lluvias de otoño y los dos caminos de salida de Andalué hacia la ruta de Bariloche se habían puestos intransitables, lo que provocó la rotura del diferencial de nuestra camioneta F100, tan indispensable para llevar el personal, combustible, herramientas, esquís, etc. Cuando llegó el repuesto nos dimos cuenta que no era el correcto y tuvimos que esperar quince días más para cambiarlo.

“La municipalidad,  se preocupa  muy poco por arreglar los caminos y entusiasmar a los turistas a venir en invierno, mientras los hoteleros y dueños de restaurantes hacen su posible para ofrecer un buen servicio”. Lo que obligó la municipalidad a mejorar el mantenimiento de los caminos. 

“Parece que la temporada se anuncia con nieve. Ya nevó un poco en la base y 60 cm en el nivel 1500.  Desgraciadamente hay pocas reservas en los Centros de Esquí por culpa de la mala temporada del año pasado. Pero no perdamos coraje ni esperanza”.

Marino Simbeni, Intendente de Angostura, a bordo del Ratrac descapotable, vino a conocer el Bayo.
También invitamos a conocer el Bayo al Padre Oreste acompañado de la Hermana Sara.  

“En cada llamado telefónico de mi suegra, nos dábamos cuenta que  se encuentra muy deprimida y cansada. Si Jean-Pierre viaja a Bélgica, será por poco tiempo, porque no puede abandonar el Cerro Bayo por el momento. Las autoridades de la Provincia decidieron promover el proyecto de la pista provincial situada a un km de nuestra base haciendo pasar la prolongación del camino por nuestra base. Hace un mes atrás, cuando Jean-Pierre se encontraba en Buenos Aires, unos empleados provinciales aprovecharon de su ausencia para romper un cerco. Por suerte, uno de nuestros empleados me avisó a tiempo y pude intervenir, porque ya pensaban romper el refugio con una topadora para abrir el camino. Es como si la Provincia nos considera como intrusos y tenemos que pelear para defender lo que hemos hecho con tantos sacrificios”.

Eso teniendo en cuenta que nuestras instalaciones en la base se encontraban en un terreno que la Asociación había negociado con su propietario, el Sr. Uboldi que le había cedido 6 hectáreas. Las autoridades de la Provincia nos querían echar, sin ofrecer una expropiación para construir un camino a esta hipotética Pista Provincial, que estaba todavía en el territorio de Parques Nacionales, que la Jurisdicción de Parques Nacionales cedió a la Provincia muchos años después.

Carta de Bernadette del 22 de julio de 1986: “Como por el momento, tenemos invitados en casa, tardé en escribirles. El 9 de julio, el principio de la temporada alta, no teníamos mucha nieve, pero en la víspera de las vacaciones una buena nevada nos permitió trabajar durante 12 días  y hoy empezó la lluvia que esperamos se transforme en nevada. La semana pasada tuvimos temperaturas de seis a siete grados bajo cero, y ahora tuvimos un brutal recalentamiento. Durante estos días tuvimos mucho trabajo. Jean-Pierre estaba bien ocupado, porque había agregado un telesquí suplementario en continuación del Pomita 18 para llegar lo más alto posible. Jean-Marie a full en la parte administración y yo en la parte del alquiler de esquís.

El “Jumbomatic Schipper” colocado a continuación del Pomita 18.
Eduardo Belloni, Juan-Ignacio Elizalde y Juan Firpo.

Durante esta temporada (1986), nos acercábamos a la cumbre. No sin dificultades, porque se trataba de una pendiente de casi 100% de inclinación, cubierta de cenizas volcánicas en verano y de mucha nieve en invierno. Lo que exige grandes esfuerzos tanto con nieve como sin nieve, cuando los pies se hunden en las cenizas con la impresión de no avanzar. Ni hablar en invierno, cuando es imposible moverse sin esquís o raquetas de nieve para no hundirse hasta la cintura. No nos quedaba otra que acostumbrarnos, no podíamos dejar de usar esta parte de la montaña con su incomparable panorama  cordillerano. Me daba cuenta claramente de la importancia que tenía de colocar allí, en el futuro, un medio de elevación. Pero en primer lugar tenia prioridad la telesilla de la base hasta el nivel 1500. Nuestro telesquí Poma desde la base que había costado mucho no era la solución adecuada para desarrollar el Centro. Sabía que la solución, tenía que buscarla en Europa, dónde tenía planeado un viaje en septiembre, después de la temporada.  

“Paul tomó dos clases de esquí, pero no se siente todavía muy seguro, mientras que Hélène no tiene ningún miedo, se deja deslizar y no quiere sacarse los esquís. También tomará unas clases. En cuanto al alquiler, es bastante cansador siempre hay algunos problemas, hay que armarse de mucha paciencia”.

Hélène con sus primeros esquíes.

“Cada veces que recibimos noticias del papá de Jean-Pierre, nos causa mucha tristeza. Son tantos sufrimientos para él, así como para mi suegra, para quien tiene que ser terrible, sin saber cuánto tiempo eso puede durar”

Después de un largo calvario, papá falleció el 25 de julio de 1986, dejando en su entorno el recuerdo de su honestidad, de su bondad, de su sentido común, de su forma de ser servicial y siempre sonriendo. Su estudio de abogacía recibía mucha gente que nadie quería ayudar, ellos sabían que “Maître Raemdonck” les iba a solucionar su problema. Su generosidad era tanto para los suyos que para los demás. Tanto Michel como yo nos arrepentimos no haber estado ni en sus últimos días ni en su entierro.

A continuación, voy a probar de traducir algunas líneas, el elogio fúnebre escrito por el Presidente del Colegio de abogados de Bruselas.

“De una familia de antiguas y buenas raíces, reservado y discreto, generoso, se retiró cuando la enfermedad no le permitió ejercer más nuestra profesión, Jean Raemdonck van Megrode, nos dejó el 25 de julio 1986

Abogado desde 1933, fue formado por dos eminentes maestros a los cuales estaba unido por alianza, dos Presidentes de la corte de abogados, Thomas Braun y Albert Nyssens. 

Se especializó en los asuntos comerciales. Perfecto bilingüe, habiendo hecho su pasantía en Holanda, conocía también el dinamarqués y se convirtió en el abogado de la Embajada de Dinamarca. Presidió la comisión de apelación por los daños de guerra. Una gran parte de su tiempo lo dedicó, durante su vida a defender los más pobres, los más vulnerables. 

Eso para el abogado. Pero Jean Raemdonck van Megrode dejaba un lugar importante en su vida a la belleza y al arte. Él era experto coleccionista de obras artísticas. El “Marché aux puces” (Mercado de Pulgas) era su terreno de caza preferido, todos los anticuarios lo conocía y apreciaban sus conocimientos sobre muebles, pinturas y esculturas. Había hecho de su casa un verdadero museo.

También lo apasionaba la historia, flamenco de nacimiento, convertido en walón de adopción bajó la doble influencia de los Braun y de los Nyssens, escribió una monografía sobre los señores de Daverdisse, ese lugar quizás el más lindo de Bélgica, donde le gustaba pasar sus vacaciones.

Después de cincuenta años de vida profesional, afligido desde seis años por una grave enfermedad, dejó su profesión y se retiró al borde del mar, donde sufrió durante tres años sin quejarse nunca.

En las cartas que recibí de su esposa y de su gran amigo Maestro Jean Sebastien Eeckhout, ellos recuerden en palabras emotivas su fe profunda, la pureza de su mirada azul y de su inalterable sonrisa que ni el dolor, ni la inmovilidad en la cual estaba condenado, pudieron hacer desaparecer.

Cuando evocó la vida de este abogado irreprochable, de este verdadero hijo espiritual de Alexandre Saint-Yves, y de tantos otros que descubrí a lo largo de mi carrera, pienso con melancolía a la imagen falsa y ridícula que el cine y la televisión dan tantas veces de nuestra profesión. Nos representan como sinvergüenzas o como sobre-dotados. Todo lo que hay en ese colegio de integridad, de lealtad, de generosidad, de coraje, no se habla nunca y es una lástima.

Pero no es a usted, Madame Raemdonck van Megrode, quien me ha escrito una carta tan emocionante, ni a sus hijos que es necesario evocar quien fue su esposo. Porque para ustedes bastan los recuerdos que dejó.

 

Poco antes de su fallecimiento, Mamá nos había escrito: “Papá y yo sufrimos una gran prueba, pero el hecho de vivirla juntos, como lo mejor y lo peor, nos permite de valorizarla y de hacer beneficiar con ayuda de Dios y de la oración todos los que por nuestro matrimonio dependen de nosotros. Voy regularmente a la misa del atardecer para traerle la comunión que quiere absolutamente. Su estado de salud puede prolongarse todavía  y tenemos que aguantar. Lo más penoso es que no muestra interés por nada, ni lectura, ni TV. Probamos de todo y las visitas lo cansan. De día me ayuda una enfermera, pero desde dos años aseguro la vigilancia nocturna, y paradójicamente de lo que podría parecer, me siento feliz de cumplir mi Obligación de Estado al máximum. Claro, tengo mucho para reprocharme, pero creo que están borradas en esta prueba, que a pesar del cansancio, su angustia y su tristeza me hace encontrar la serenidad. Me alegro también pensando que vosotros, nuestros hijos, son felices en la vida que eligieron con sus esposas y sus hijos”.

El 27 de agosto de 1986, Bernadette escribe a sus padres: … Jean-Pierre les agradece de haber ido al entierro de su padre. Él llegara a Bélgica el 24 de septiembre, y seguramente que uno de sus hermanos lo buscará al aeropuerto”.

Con Paul y poca nieve para esquiar.

“La temporada de esquí no fue brillante. Durante agosto, tuvimos cuatro grupos de 60 esquiadores de la Universidad de Buenos Aires, son clientes que no gastan un “austral” demás y como quedamos sin nieve en la base, tenían que subir a pie los que no sabían esquiar, los otros con el Poma, abajo del cual habíamos colocado una alfombra plástica en lugar de la nieve. Además poníamos sobre esta alfombra un aceite soluble en agua para mejorar el deslizamiento de los esquís. La falta de nieve fue general. Para los grandes Centros es mucho más catastrófico que para nosotros que ocupamos muy poco personal. Para Jean-Pierre hubiera sido más rentable cerrar durante agosto que estar allí por tan poca gente. De cualquier forma él no pierde su optimismo y se lanzó a fondo en su proyecto de telesilla. Tiene previsto un viaje a Francia para encontrarse con especialistas en medios de elevaciones”.

Después de la novena temporada en 1986, estaba seguro que no podíamos seguir así, porque no íbamos a poder mantener las instalaciones en buen estado en el futuro. Con esta temporada, habíamos concluido nuestro compromiso de diez años de colaboración con la Asociación Cerro Bayo y nos podíamos retirar para seguir con nuestras otras actividades. Dudábamos que alguien se ofreciera para esta gestión. Además en la Asociación no aparecían nuevos socios fundadores para seguir financiando alguna nueva instalación, y menos todavía si se trataba de una aerosilla. Es así que durante la asamblea anual de la Asociación, celebrada en el refugio base, en agosto de 1986, anuncié que habíamos cumplido nuestro compromiso de los diez primeros años de gestión gratuita y que no pensábamos continuar. En ese momento pareció que una ducha fría caía sobre la asamblea. Nadie imaginaba que eso podía ocurrir. Yo había sido el promotor del proyecto del Centro de Esquí sobre el Bayo y ahora de un día para el otro iba a desaparecer, dejando a la Comisión Directiva un problema en lugar de una solución. Expliqué entonces que la actividad no era rentable y que para salvarla había que hacer una importante inversión. Pero la Asociación no veía la posibilidad de conseguir los fondos necesarios. Todavía tenía que devolver una importante parte del préstamo recibido del Country Club Cumelén para la compra del Poma y nadie aportaba una solución. Es entonces que propuse la idea que la Asociación concesione el Centro para un largo tiempo de mínimum 25 años para que el concesionario pueda recuperar su inversión. Así la Asociación no iba a tener que ocuparse de la gestión del Centro y el concesionario tendría la obligación de completar las instalaciones con un mínimum de una telesilla hasta el nivel 1500 y un telesquí o de ser posible una telesilla del nivel 1500 hasta el nivel 1700. La unanimidad presente aceptó la idea con la condición que me haga cargo de la concesión. Lo que acepté con un mínimum de 25 años más 10 años optativos. Lo que fue aceptado por unanimidad. Fue un momento decisivo de nuestra vida en Villa La Angostura.

Se firmó un contrato de concesión entre la Asociación y nuestra futura Sociedad “Cerro Bayo S.A.”. Por su lado, la Asociación se comprometía a hacer mensurar el terreno concesionado con la ubicación de las obras existentes y hacer los actos notariales correspondientes.

El 18 septiembre de 1986, en la víspera de mi viaje a Europa, Bernadette me entrega una carta para sus padres con las últimas noticias incluyendo una larga lista de pedidos varios a su mamá (Repuestos para la máquina de coser, rieles para el tren eléctrico de Paul, etc.): “La semana próxima habrá un desfilé de carrozas, para el cual Paul será disfrazado  de  mono. En cuanto a Hélène que no entenderá la ida de su papá, seguramente que llorará durante algunos días”. 

Sigue una noticia más importante: “Voy a pedir algunos análisis, porque me parece que me encuentro embarazada. (Edouard anunciaba su llegada). En lo de Michel y María, el 11 de septiembre,  nació una hija qué recibió el nombre de María Solange”.

Antes de partir para Europa, pasé tres días en Buenos Aires, bien recibido en todas partes. En la casa de Perico De Elizalde me mostraron una película filmada en el Bayo. También me encontré con Jorge y Carlos (fábrica de chinches) para explicarles que el Pomita 18 había funcionado muy bien y felicitarlos por su trabajo. Ellos me prometieron su colaboración en caso de necesitar algunos elementos para la futura telesilla. Tuve una reunión importante con Juan Carlos Firpo, muy entusiasmado con el proyecto de la aerosilla y dispuesto a asociarse con su ayuda financiera, ofreciendo ocuparse de la formación de la Sociedad y las gestiones de importaciones en caso de ser necesario. 

En el momento que Teddy Furlong me venía a buscar al hotel para llevarme al aeropuerto, Bernadette me confirmaba su embarazo. No podía irme más feliz.  Llegado a Bélgica, fui muy bien recibido y festejamos en familia la buena noticia con champagne.

Después de tres días con mamá en su casa llamada “Golvenzang” en la costa del mar, Guy Dejond, mi fiel e incondicional amigo de infancia,  me prestó su lindo coche Audi para viajar a Francia en la zona de Grenoble para informarme sobre el tema de las aerosillas.

Casa “Golvenzang” (El canto de las olas en flamenco).

Invité a Mamá a que me acompañe. Pensé que después del deceso de Papá le iba hacer bien. Ella aceptó con mucho gusto y disfrutamos del viaje con un tiempo espléndido.

Mamá en la telecabina de Grenoble. 

En Grenoble, en la usina Poma, nos recibió el ingeniero Paul Boyarski quien, esperando venderme una aerosilla nueva,  nos invitó a almorzar en un excelente restaurante situado en la parte más alta de Grenoble, en el cual se llega por medio de una telecabina Poma. Le expliqué que considerando el precio demasiado elevado, me gustaría encontrar un aparato de segunda mano. Paul Boyarski, muy amablemente, recordándose como lo habíamos atendido en Villa La Angostura, en el momento de la compra del telesquí, me aconsejó tomar contacto con la firma “Montaz Mautino”, fabricante de telesillas que también vendía medios de elevaciones de segunda mano. Allí me recibió el hijo del dueño quien me ofreció una aerosilla que le parecía ideal para mi necesidad. Se trataba de una verdadera antigüedad con el único inconveniente decía él, del ruido de los engranajes al aire libre, visto que la desmultiplicación se hacía sin reductor, directamente por un engranaje sobre el eje motor que arrastraba una gran rueda dentada al aire libre. Sin duda que eso funcionaba, pero un sistema tan primitivo y tan ruidoso, no era lo que quería. La tercera reunión tuvo lugar en la fábrica de  telesquíes Schipper. El señor Schipper, fabricante e inventor de varios elementos para Centros de Esquí, había alojado en casa en el invierno de 1979 y había conocido el Cerro Bayo. Invitación que me había retribuida el mismo año en su casa, durante la cual me había dado una verdadera clase sobre el desarrollo de los Centros de Esquí. Muy amablemente nos recibió. Mientras mamá hablaba con su esposa, me aconsejó de tomar contacto con el ingeniero, Yves Declève. La misma noche estuvimos invitados a cenar en la casa del matrimonio Schipper en compañía del ingeniero Declève y de su esposa. Yves Declève, se encontraba en fin de carrera de inspector de medios de elevaciones, recientemente jubilado. Dotado de su larga experiencia en el tema de la seguridad en medios de elevaciones,  disponía ahora del tiempo necesario para ocuparse de nuestro proyecto. Él conocía todos los Centros de Esquí de la región y sabía a dónde encontrar los materiales usados en buenas condiciones. Me aconsejó de pasar por el pequeño pueblo de Abondance en Alta-Saboya, dónde recientemente habían renovado una telecabina y que la ex-estación motor me podía servir, considerando que el reductor es el verdadero corazón de un medio de elevación, había sido reparado a nuevo. 

Al día siguiente: Nueva reunión, esta vez con el Intendente de Abondance, Jacques Pignier, el hombre importante del pueblo, Intendente y gerente del Banco de la localidad y sobretodo promotor del desarrollo turístico del pueblo. La misma noche, Jacques Pignier convocó los concejales de la comuna en la gran sala municipal, situada abajo de la antigua Abadía que había administrado la región durante varios siglos. La reunión fue corta y salí con una oferta que me pareció razonable. 

El ingeniero Declève se ofrecía a encontrar los elementos necesarios y conseguir el estudio del proyecto, cálculos, planos, etc., en uno de los mejores estudios de Grenoble. Una vez todos estos elementos depositados en la usina Schipper, los vendría a verificar antes de embarcarlos para la Argentina.  Antes, recibiría los planos de los cimientos de hormigón que podríamos hacer con los consejos de nuestro buen amigo Bruno Pértile. Lo mismo para las torres que teníamos que fabricar en Argentina, visto que un reglamento de aduana prohibía su importación. (Veremos más adelante como nos arreglamos para fabricar estas inmensas torres en Andalué.) 

Después de Abondance entramos en Suiza por el Centro de Esquí de Morgins, dirigiéndonos hacía Bélgica.

La Abadía de Abondance, en el siglo XVI
Mamá en Alta-Saboya.

Después de mi viaje a Francia con Mamá, volví a Argentina con el contrato firmado con el ingeniero Declève.

Como todavía no poseía los conocimientos necesarios para la construcción de una aerosilla, el acuerdo realizado con una persona competente era positivo. En el futuro me di cuenta que era preferible ir a buscar materiales y oficinas de estudio en Suiza, pero en ese momento no conocía nadie de ese lado y no imaginaba toda la ayuda que iba a encontrar en Suiza.

Cuando llegué al aeropuerto de Buenos Aires, mis valijas no aparecieron. Llegaron varios días después, pero violadas con más de la mitad del contenido faltante. 

En su carta del 26 de octubre de 1986, Bernadette escribía a propósito de las valijas: … “De todas las cosas que había comprado mi suegra para Michel y María, quedaba solamente un pijama y un pequeño pullover para bebé”.

 Y en su carta del 17 de noviembre: … “La semana pasada fuimos dos días a Chile con el fin de rehacerse de las ropas robadas. También pasamos por el liceo francés de Osorno. Lo que hubiera sido una solución para los estudios de los chicos, pero con el próximo nacimiento y Jean-Pierre que no podría alejarse de Villa La Angostura, nos dimos cuenta que no era posible”.

Una solución era lo que el hermano de Bernadette, Jacques, aconsejaba. Se trataba de un curso por correspondencia que mandaba un organismo francés de Toulouse. 

Bernadette continua: “A nuestro regreso de Chile, le preguntamos a Paul lo que prefería: Ir a vivir a Chile con su mamá y hermana y bebé y estar muy separado de su papá o estudiar todas las tardes con su mamá. Muy honestamente, Paul contestó que ni uno ni el otro. Me pregunté qué pasará cuando tendrá que estudiar”.

Al final, el curso por correspondencia era la mejor solución y Bernadette se convirtió en la primera maestra de Paul. No podía tener un mejor profesor. 

“Jean-Pierre se encuentra muy ocupado con su proyecto. La lentitud del correo y las dificultades de los llamados telefónicos dificultan su trabajo.  

La pista de esquí Cerro Bayo antes de la construcción de la aerosilla. (1986)

El aserradero/carpintería, me ocupaba una buena parte de mi tiempo. También había que encontrar tiempo libre para las organizaciones de las carreras de motocross.

Bernadette continua: “Hélène está muy impaciente por ver nacer al bebé, y pobrecita, no puede imaginarse que tendrá que esperar todavía mucho”.

Motocross en Villa la Angostura con mis ayudantes.
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