Así es la nueva "ruta" al Cerro Belvedere por la cara Oeste

Eran cerca de las 10 de la mañana el 20 de septiembre de 2020 y todavía hacia bastante frio, muy buena señal para encarar una canaleta de nieve y hielo en el Cerro Belvedere.

Estábamos Joaquín Pessacg y Diego Meier en la entrada la canaleta que habíamos visto desde el cerro de enfrente el día anterior, comiendo un turrón y preparando la cabeza para la incertidumbre. La verdad es que habíamos elegido otra vía mas a la derecha, pero cuando estábamos llegando nos motivó más esta, que parecía un poco más técnica y directa.

“Desenfundamos” las piquetas y nos mandamos, empezó super bien con la nieve dura con unos 60° de pendiente los crampones entraban perfectos y avanzamos rápido. La canaleta comenzó a estrecharse, a desviarse un poco a la derecha y a ponerse un poco más empinado, hasta que aparece delante nuestro un lindo resalte de hielo. Como íbamos sin cuerda, no quisimos exponernos tanto, y decidimos desviar por las rocas de la derecha: exposición y el “no vale caerse” obligado.

De una placa de hielo pasamos directo a la roca, donde vimos dos opciones: un paso de placa con los crampones, como perro rascando piedra, o una travesía de unos 10 m. bastante expuesta. Yo elegí la placa y Juaco la travesía, la sensación de los dos fue que cada uno eligió la peor opción…

Pasamos el resalte, pero seguíamos en la roca, estábamos con las botas de esquí de travesía, crampones, piquetas y las mochilas con los esquíes en la espalda, en medio de la pared del Belvedere. Ya no había vuelta atrás, la incertidumbre estaba en el aire, aunque ninguno decía nada.

Retomamos la escalada, un poco mas de roca y volvimos a una pendiente de nieve que nos llevó a otra cascadita de hielo que la esquivamos nuevamente por la derecha, a través de un resalte de roca con otro pasito expuesto (aunque no tanto como el anterior). Pasado este resalte la pendiente de nieve se hizo un poco más accesible así que de un tirón nos fuimos hasta el filo. Pensamos que ya no tendríamos más pasos difíciles y entrabamos en terreno conocido hasta la cumbre.

Así que, para festejar anticipadamente (moraleja aprendida de no hacerlo) y recuperar energía, nos comimos una energética barrita casera hecha por Viky. Y nos pusimos en camino nuevamente.

Por la arista, sabíamos que había un resalte de roca y una pequeña pasada de hielo. Pero, con la cantidad de nieve, no existía esa pasada, así que nos mandamos directamente por la cresta y hacia una pequeña pared vertical de nieve volada con una exposición nuevamente donde no vale caerse. Empezamos a patear nieve vertical hasta hacer algo parecido a un escalón, después otro y así, siempre con la sensación de que “se viene todo abajo”.

 Cuando llegas al fin del resalte, asomas la cabeza y los brazos ya en lo horizontal. Clavas la piqueta y nada agarra, después probas de clavar el mango entero en la nieve y el agarre es psicológico, solo queda animarse a hacer el pasito de montada. Es una situación nada cinematográfica, ya que desde afuera parece que solo hay que revolcarse un poquito por la nieve. Pero por dentro te preguntas porque era que estabas ahí… Entonces haces el paso, aguanta todo, y ya está.

Solo nos quedaba un paseo hasta la cumbre.

Protegidos del viento disfrutamos de los sándwiches de milanesa y alfajorcitos de postre. Después de un merecido descanso, nos pusimos los esquíes y a disfrutar la bajada… Peeero, con las piernas cansadas, nos esperaba un bajadón de nieve helada, donde nos rebotaban los esquíes.

Por suerte, en el Cajón Negro (el valle) el sol calentaba y no había viento, condimento ideal para recuperar energía antes de volver al pueblo.

Via: 300 m. AD- II (80° - IV roca)