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JUGUETE RABIOSO  SEGUNDA TEMPORADA

Hoy compartimos “Desertor” de Javier Santos Rodríguez *

En la octava entrega de la columna que cura Diego Reis, un cuento del escritor bonaerense.
10/02/2024
Hoy compartimos “Desertor” de Javier Santos Rodríguez *

Desertor

 

Sólo sé que no sabo nada, y ahí voy diciendo las cosas como fuera del tarro. Soy intrépido, es verdad, y hasta a veces impertinente: muy. Voy renegando de mí mismo y en el oficio de castigarme salpico para los costados. Me siento un perdedor de verdad; no como quien se dice tal y fija en lo perdido su estética, su ética, su contrabando. No gano con mi fracaso ni puedo escribir ni hablar si estoy pasado de rosca. No soy Bukowski, ni Baudelaire, ni Poe, lamentablemente. Me arrimo a estos rincones absurdos donde publico mis nimiedades y en mi cobardía de don nadie me siento un compadrito. Pero no me crean. Soy ante todo un hombre que canta en la ducha y, a diferencia de Sócrates, cuando las balas chiflan, huye para otra guerra. No por miedo, no, ¡qué va!: es cosa de rebeldía. No me obligan las causas ni los principios, ni siquiera me obligarán las banderas, los estandartes. Mi escudo es mi patria y mi patria la bondad. Lugar de paz,  sitio lejano para este mundo de entre pros y contras, de entre unos y otros, de entre rojos y amarillos. He venido a poner piedras donde antes había una herida. Para taparla, para sanarla, o para al menos hacer de cuenta que no estuvo, que en realidad fue un mal sueño, una pesadilla nada más. Pero ay de mí con mi bondad, qué carajo, ¡a quién le importan mis caricias! Si hay una guerra yo ya me he ido; estoy del otro lado del muro mirando pasar los aviones. 

 

* JAVIER SANTOS RODRÍGUEZ. Nacido el 11 de junio de 1981. Escritor de cuentos breves y poemas. Desarrolla la escritura (y la lectura) como un oficio del que no se puede sustraer fácilmente ningún día. Su horario más productivo es durante la noche, antes de acostarse y después de haber hecho algo de gimnasia. Estudia la carrera de filosofía, pero no como una carrera sino como una oportunidad apetecible: por gusto, por deleitarse nomás, por la actividad misma de pensar y para que el tiempo se vuelva rico, como una mermelada de ciruela. Este texto [“Desertor”] tiene una larga historia de composición. Lo que ven es la última versión de una serie que empezó hace dos años y que se va renovando indefinidamente hacia el futuro como una manía que hace brotar las ganas de seguir diciendo a través de la escritura. Leer y escribir se han vuelto para mí actividades no solo lúdicas y placenteras, sino también una forma de existir: trabajosa, detallista, imperiosa y sin márgenes, como la crecida de un gran río. 

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