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JUGUETE RABIOSO

Hoy compartimos “En otro universo” de Daniel Lineares

En la penúltima entrega de la sección que cura Diego Reis, hoy un cuento del  escritor y productor – conductor radial de Neuquén Capital.
20/04/2023
Hoy compartimos “En otro universo” de Daniel Lineares

EN OTRO UNIVERSO / Por Daniel Lineares *

“A veces uno se siente como si las cosas pasaran en otro universo”

Extrañamente, la frase la soltó el Gordo Caverna como al pasar, mientras esperábamos que nos viniera a buscar la combi.

Las combis son puntuales, siempre puntuales, el sistema funciona con precisión de reloj suizo.

O por lo menos eso nos parece a nosotros, simples obreros de la industria petrolera que esperamos en la esquina de Rodhe y San Martín por el transporte que nos traslada hasta Loma Campana.

Siempre llegamos unos minutos antes.

La prolijidad del sistema implica que si un día llegás tarde, no vas a trabajar. La combi no espera a nadie ni pregunta nada.

Llegás tarde, ausencia injustificada, sanción, antecedente disciplinario y a la próxima, despido… nadie es indispensable en esa maquinaria de expoliación de las entrañas de la tierra.

Llegar unos diez minutos antes del horario es un ejercicio adoptado por todos, para evitar cualquier tipo de inconveniente imprevisto…

Esos diez minutos, antes de las 6 de la mañana, en el invierno neuquino, son de aletargamiento… mirada perdida.

Entre dormidos, soñolientos y hastiados… no cruzamos palabras más allá de un ínfimo gruñido que hace las veces de “buenos días” matinal.

No es falta de educación o mala predisposición… es empatía por una situación de hartazgo que compartimos.

A veces llega algún compañero nuevo, generalmente un jovencito que quiere iniciarse en las faenas del petróleo. Aunque no fuera como en otros tiempos, los salarios siguen siendo un anzuelo para los pibes. En esas ocasiones ves a los eventuales muchachos llegar con una sonrisa, con ganas de conversar, con ilusión en los ojos… y nosotros sólo tenemos ojos de indolencia, ni siquiera podés decirles que huyan o advertirles que puede ser una trampa o que no nos interesa, que sería lo más honesto que podríamos hacer.

En esas ocasiones sí debemos parecer unos mal educados. Pero en el fondo es parte de la insensibilidad general que el mismo sistema te va imponiendo.

Levantarse, salir, subir, viajar, bajar, trabajar, trabajar, trabajar, subir, viajar, llegar, dormir…

Un franco, en días salteados, muy raramente un fin de semana.

Plata… algo de plata, pero plata que no compra una familia feliz, un hijo fuera de las calles, una mujer que me desee realmente, un equipo de fútbol para los sábados… un alma completa.

Cuando cobré mi primer sueldo, siempre recuerdo, me compré un Ford Escort… no hacía mucho habían salido, eran la sensación… y yo lo tenía.

Mi primer franco posterior, pasé a buscar al Capocha Calia, para salir a romperla toda,  juntos, como hacíamos antes, pero esta vez EN AUTO.

Qué distinto iba a ser todo, antes salíamos a gamba, haciendo los cinco kilómetros hasta el centro, así nos alcanzaba para tomar una birra más. ¡Qué loco! Si tenías suerte y pegabas un filo en el boliche, no tenías ni para llevarla a un telo, ni para invitarle un trago… tenías que tener mucha suerte para lograr algo así… y terminar, a lo sumo, tranzando contra una pared de los reservados y, si se alineaban todos los planetas, poniéndola contra un paredón oscuro en el camino, cuidando de no rasparte y no rasparla.

El Capocha, esa vez, me miró con cara de desconcierto: “Lindo el auto… ¿Pero me estás cargando? Es martes, pajero… mañana hay que laburar…” y me cerró la puerta de la casa de la madre en la cara.

Nunca tuve una salida tan aburrida… pero era en auto…

¿Cuántos años tenía?

Casi no puedo recordarlo… ¿19? ¿20?

¿En qué andará el Capocha?

El Escort sí que lo recuerdo… me lo puse de moño saliendo del Casino… eran épocas de chopps a un peso. El Casino estaba en el acceso al aeropuerto… y yo me la dí en la esquina de Zeballos y Crouzeilles… lo rompí todo… ni siquiera puedo recordar el accidente, pero sé que zafé… algunos rasguños y nada más… puro ojete…

A la semana siguiente ya tenía otro auto…

Y seguía igual de vacío…

A la Agus la conocí como diez años después. Una fiesta de carnaval, cuando teníamos feriado continuado.

Ella era más joven… bastante más joven.

No importa, nos encontramos y en ese momento fuimos curitas, el uno para el otro… la curita cubre, pero no cura la herida…

Al rato nos juntamos, nos acostumbramos, nos aburrimos, tuvimos un hijo y nos detestamos.

No había solución de continuidad, era una cosa después de la otra, y los dos sabemos, desde hace mucho, que esto no va para ningún lado.

Pobre Milton, él no tiene nada que ver, pero lo obligamos a vivir una vida de mierda.

Ni Agus tiene el empuje para guiarlo, ni yo el ánimo para llegar a casa a cualquier hora y evitar la violencia como único modo de intentar corregirlo.

Ya es casi una rutina, llego, prolijo inventario de quejas de la madre, castigo, contestación, golpes.

Figura paterna, imposible… no soy un padre, soy un ogro, soy el camino del odio.

Lo entiendo.

Pero no voy a hacer nada por cambiarlo, es lo que me sale, no tengo fuerzas para otra cosa.

No le encuentro sentido a sacrificar más de mi vida.

¿Es verdaderamente una vida?

¡Eso es lo que quería decir el Gordo Caverna a la mañana!

Todo lo acabamos viendo como si estuviéramos en el cine. Las cosas van sucediendo. Nosotros no somos ni siquiera extras, somos los comedores de pochoclo adormecidos por los efectos especiales.

Vamos asistiendo al discurrir de un universo al que no sentimos pertenecer, y nos acostumbramos tanto a la comodidad de espectador que terminamos aceptándola como la mejor opción, no queremos participar de la película, no queremos criticar la obra, no nos importa quién actúa, ni cuál es el mensaje. Nos quedamos acurrucados en el sillón hasta que alguien venga a decirnos que terminó la función.

Así ves pasar todo, te drogás, morfás, chupás como un cosaco, te enterrás en cabarets y pirngundines… nada sirve para despertarse, nada lo tomás como algo espectacular… todo está ahí, simplemente, y vos probás.

La familia, los amigos, todos están detrás de una bruma, no son personas concretas, son imágenes… como personajes en una pantalla plana de cine.

¿A mí también me verán así?

¿En cuántas películas estaré actuando?

¿En cuántas seré villano?

¿Seré el héroe en alguna? No creo…

Claro, el Gordo Caverna le clavó “otro universo”, pero a mí me parece que eso es demasiado.

Como si nosotros tuviéramos un universo propio… no, no nos da para tanto.

¿Si no, en qué universo andarás ahora Gordo Caverna?

¿Se terminó la película?

En mi peli te dormiste delante de la tolva, ¡qué pelotudo!…

Hay pedazos tuyos repartidos por todos lados, gordo…

¿En qué universo estaban pasando las cosas cuando te dejaste caer ahí?

¿Por qué se te ocurrió decirme eso hoy a la mañana?

¿Soñaste algo, te avisaron, sabías que iba a pasar?

¡La puta madre, Gordo!… te hubieras muerto sin hablarme a la mañana y capaz que ni me calentaba…

 

***

 

* DANIEL LINEARES nació en San Juan el 6 de enero de 1978 y siempre anotó como una derrota que el día de su cumpleaños todos sus amigos recibieran regalos. Desde los 8 años vive en Neuquén. Soñó con ser futbolista, pero ni en sus sueños era convocado así que debió discurrir por caminos más chabacanos. En 2016 compiló una serie de cuentos propios y ajenos y los publicó en Oro y Barro. Cuentos de Fútbol Amateur, recibiendo bastantes buenas críticas de su madre y sus tías. Participó con tres cuentos del libro Fuerte al Medio publicado en el año 2019. Durante los años 2019 y 2020 fue productor, guionista y conductor del programa radial Cuenteros, que transmitió FM Capital de Neuquén, con la idea de difundir la literatura patagónica.

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